Por Alberto Matos
España cuenta con un total de 42 Indicaciones Geográficas Protegidas, una figura de protección que en muchas ocasiones permite salvar los exigentes requisitos impuestos por las Denominaciones de Origen Protegidas y facilita la elaboración de vinos diferentes y menos encorsetados.
Se sitúan justo por debajo de las Denominaciones de Origen Protegidas (DOPs) en la pirámide que categoriza el vino en función de su grado de protección y de la normativa que lo regula. Pero no por ello son menos importantes.
Las Indicaciones de Origen Protegidas (IGPs) se equipararon a la figura de Vino de la Tierra en 2009 y, desde entonces, su número ha ido variando. A fecha de 16 de octubre de 2022, el “Listado de Denominaciones de Origen Protegidas e Indicaciones Geográficas Protegidas de Vinos Registradas en la Unión Europea”, publicado por el Ministerio de Agricultura, recogía un total de 42 IGPs en nuestro país, repartidas entre Andalucía (16), Aragón (5), Baleares (6), Cantabria (2), Castilla y León (1), Castilla-La Mancha (1), Comunidad Valenciana (1), Extremadura (1), Galicia (4), La Rioja (1), Murcia (2) y Navarra (1). A todas ellas se suma una IGP supraautonómica, compartida entre la Comunidad Foral Navarra y la provincia de Zaragoza.
Pero, ¿qué es una IGP o Vino de la Tierra?
El texto de referencia normativa para las IGPs de vinos es el Reglamento (UE) Nº 1308/2013, del Parlamento Europeo y del Consejo de 17 de diciembre, por el que se crea la Organización Común de los Mercados Agrarios (OCM).
Según este documento, una IGP del vino es aquella figura de protección que “se refiere a una región, a un lugar determinado o, en casos excepcionales debidamente justificados, a un país, que sirve para designar un producto que cumple los siguientes requisitos”:
1. Posee una calidad, una reputación u otras características específicas atribuibles a su origen geográfico.
2. Al menos el 85% de la uva utilizada en su elaboración procede exclusivamente de esa zona geográfica.
3. La elaboración tiene lugar en esta zona geográfica.
4. Se obtiene de variedades de vid de la especie Vitis vinífera o de un cruce entre esta especie y otras especies del género Vitis.
Las IGPs comenzaron su andadura en el año 1999, coincidiendo con la reforma de la OCM y, en los países de nuestro entorno, son equivalentes a las Indicazione Geográfica Típica (Italia), Vin de Pays (Francia, Luxemburgo y la provincia italiana de Valle de Aosta), Vinho Regional (Portugal), Landwein (Alemania), Topikós Óinos (Grecia) y Landwiin (Países Bajos).
Su razón de ser
Las estrictas condiciones exigidas por los Consejos Reguladores de las DOPs impiden, en muchas ocasiones, que determinadas bodegas puedan solicitar la protección que brindan a sus vinos. O que solo puedan hacerlo para algunos de ellos.
Esto sucede, por ejemplo, cuando pese a compartir unas características de clima y suelo similares, no se encuentran ubicadas en la delimitación geográfica de la DOP vecina. También ocurre cuando los bodegueros, aun estando dentro de dichos dominios territoriales, prefieren apostar por otro tipo de uvas diferentes a las autorizadas para la elaboración de sus vinos. En otros casos, puede que no estén de acuerdo con ceñirse a un volumen de producción por hectárea preestablecida o a una graduación alcohólica concreta, o simplemente eligen un método de elaboración no permitido por el Consejo Regulador.
A veces, las IGPs suponen un paso previo al reconocimiento como DOP o una manera de desvincularse de determinadas DOPs, especialmente de aquellas que no gozan de demasiado prestigio.
En tales circunstancias, los vinos acogidos a una IGP no pueden emplear indicaciones regladas de envejecimiento -como crianza, reserva y gran reserva- aunque sí pueden usar otras como la de vino noble -envejecido durante al menos 18 meses en botella o en barricas de roble de 600 litros como máximo- y la de vino viejo -envejecido durante al menos 36 meses, con un marcado carácter oxidativo-, si bien es verdad que, en la práctica, apenas se usan.
Además, al igual que sucede con los vinos amparados por las DOPs, los certificados por las IGPs también deben cumplir con determinadas normas, como que esta categoría aparezca mencionada en la etiqueta principal, que la contraetiqueta esté numerada y que los vinos hayan sido embotellados según la normativa establecida en botellas de vidrio con cierre irrecuperable.
Andalucía
1. IGP Altiplano de Sierra Nevada
2. IGP Bailén
3. IGP Cádiz
4. IGP Córdoba
5. IGP Cumbres del Guadalfeo
6. IGP Desierto de Almería
7. IGP Laderas del Genil
8. IGP Laujar-Alpujarra
9. IGP Los Palacios
10. IGP Norte de Almería
11. IGP Ribera del Andarax
12. IGP Sierra Norte de Sevilla
13. IGP Sierra Sur de Jaén
14. IGP Sierras de las Estancias y Los Filabres
15. IGP Torreperogil
16. IGP Villaviciosa de Córdoba
Aragón
17. IGP Bajo Aragón
18. IGP Ribera del Gállego – Cinco Villas
19. IGP Ribera del Jiloca
20. IGP Valdejalón
21. IGP Valle del Cinca
Baleares
22. IGP Formentera
23. IGP Ibiza / Eivissa
24. IGP Illes Balears
25. IGP Isla de Menorca / Illa de Menorca
26. IGP Mallorca
27. IGP Serra de Tramuntana – Costa Nord
Cantabria
28. IGP Costa de Cantabria
29. IGP Liébana
Castilla y León
30. IGP Castilla y León
Castilla-La Mancha
31. IGP Castilla
Extremadura
32. IGP Extremadura
Galicia
33. IGP Barbanza e Iria
34. IGP Betanzos
35. IGP Ribeiras de Morrazo
36. IGP Valle del Miño - Ourense /
37. Val do Miño – Ourense
La Rioja
38. IGP Valles de Sadacia
Murcia
39. IGP Campo de Cartagena
40. IGP Murcia
Comunidad Valenciana
41. IGP Castelló
Navarra
42. IGP 3 Riberas
Supraautonómica
43. Ribera del Queiles
Ancha es Castilla
Por delante de las VT Castilla y León y VT Extremadura, con un total de 84.055 ha, la VT Castilla es la que cuenta con mayor superficie apta por IGP. Un hecho que no sorprende, especialmente si se tiene en cuenta que todas las parcelas inscritas en el registro vitivinícola de estas tres comunidades autónomas se consideran válidas.
De este modo, Castilla-La Mancha cuenta con una única IGP, que además fue la primera que se creó en España, concretamente en 1999. Según los datos más actualizados del Ministerio de Agricultura, en la campaña 2019/2020 esta entidad contaba con 223 bodegas, de las que 162 eran embotelladoras y 61 eran no embotelladoras.
Esta IGP proporcionó entonces 3.727.405 hl de vino, que representaron algo más del 81% total nacional. La mayor parte de este volumen -un 75%- se comercializó dentro de nuestras fronteras, mientras que el resto se destinó a los mercados internacionales. También fue líder absoluta en producción y comercialización de vinos tintos, blancos, rosados, de licor blancos, de licor tintos y de licor rosados.
La pequeña mallorquina
El archipiélago balear se vertebra en torno a seis IGPs diferentes. Dos de ellas se ubican en la isla de Mallorca y una de ellas es la más pequeña de toda España. Se trata de la VT Serra de Tramuntana-Costa Nord, situada al noroeste que, con sus apenas 3 ha, da cabida a cinco viticultores, que operan en cinco bodegas diferentes, todas ellas embotelladoras.
Su producción de vinos IGP, de solo 10 hl, es también la más corta del país, representando un 2,18% del total. Estos vinos son tintos, blancos y rosados y están elaborados exclusivamente con las uvas tintas Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah, Monastrell, Tempranillo, Callet y Manto Negro; y con las blancas Malvasía, Moscatel de Alejandría, Moscatel de Grano Menudo, Moll, Parellada, Macabeo, Chardonnay y Sauvignon Blanc.
La zona presume de una larga tradición vitivinícola, ya desde época romana, si bien uno de sus momentos de máximo esplendor se produjo en torno al año 1862 cuando Francia, gran consumidora de vino, importó masivamente elaboraciones de la Serra de Tramuntana-Costa Nord. Un hecho que favoreció una importante expansión de la viña.
Andalucía y sus desconocidos vinos tranquilos
Con un total de 16, Andalucía es la comunidad autónoma con mayor número de IGPs en su territorio. Todas ellas se erigen en torno a zonas productoras orientadas tradicionalmente a los mercados locales y ligadas a la viticultura familiar, en las que se han ido introduciendo nuevas variedades de uva a la par que se modernizaban las explotaciones vinícolas.
Conocida por sus vinos de Jerez, Andalucía ofrece una variedad de vinos tranquilos no tan conocidos que merecen la pena tanto por su calidad como por su interesante relación calidad-precio.
En la campaña 2019/2020, las IGPs andaluzas sumaban un total de 877 ha, eso sin contar las de Bailén, Desierto de Almería, Los Palacios, Norte de Almería, Sierras de las Estancias y los Filabres, y Villaviciosa de Córdoba, que en aquel periodo no registraron actividad.
Excluyendo a estas IGPs, el número total de viticultores se elevó a 147 viticultores, que operaron en 41 bodegas -29 de ellas embotelladoras- y que produjeron 46.731 hl, poco más del 1% del total nacional.
Vinos de la Tierra cántabros
Acostumbrados a los vinos producidos en regiones tradicionalmente vitivinícolas, no deja de sorprender que la verde, lluviosa y, muchas veces gélida, Cantabria cuente con sus propias IGPs: VT Costa de Cantabria y VT Liébana.
La primera dispone de un total de 56 ha de superficie de viñedo inscritas, mientras que la segunda, sin llegar a la mitad, se queda en 21 ha. Ambas suman 47 viticultores, que operan en 17 bodegas, todas ellas embotelladoras. Entre las dos producen unos 1.250 hl de vino, blanco en el caso de la primera y tinto en el de la segunda.
Allí se recurre a varietales adaptados a las condiciones climáticas imperantes, de modo que entre las uvas blancas destacan la Albariño, Chardonnay, Godello, Ondarrabi Zuri, Riesling, Gewürtztraminer, Palomino y Treixadura. Entre las tintas sobresalen la Mencía, Tempranillo, Garnacha Tinta, Graciano, Syrah, Cabernet Sauvignon y Ondarrabi Beltza.
Cantabria produce vinos desde la llegada de los romanos, un cultivo que prácticamente llegó a desaparecer en el siglo XIX, cuando la demanda de más terrenos para pastos, el ataque del oidio y del mildiu y, más tarde, la filoxera, confinaron a los viñedos a reductos casi testimoniales.