Por Arantxa Noriega
Largos tentáculos extranjeros alcanzan ya el viñedo español. En dos rápidas operaciones, las históricas sagas del cava, Codorníu y Freixenet, han pasado a grupos foráneos: Carlyle y Henkell. Ambos se suman a una larga lista de inversores que apuestan por nuestro vino. La entrada de capital externo viene, en algunos casos, a salvar momentos de crisis o a facilitar el crecimento internacional de las bodegas locales. ‘Vivir el Vino’ hace un repaso por las propiedades que un buen día dejaron de ser ‘de aquí’.
En un plisplás, las marcas catalanas Codorníu y Freixenet han pasado de ser sagas tradicionales a ser multinacionales. De pertencer a una única familia a formar parte de inabarcables conglomerados con una extensa lista de activos. Hoy las que fueran empresas catalanas de toda la vida, vienen a ser extranjeras al pasar a manos del fondo de inversión estadounidense Carlyle, y a la alemana Henkell -filial bodeguera del grupo de alimentación Dr. Oetker- respectivamente.
Es cierto que no se producen compras masivas en el negocio del vino español por parte de grupos foráneos como ocurre en otros sectores, pero el mercado reconoce que compra a compra, los inversores foráneos se van haciendo con parte del negocio.
Las dos recientes operaciones son el claro reflejo de este creciente interés por pisar España en busca de oportunidades. Interés que ya han demostrado con creces otros tantos grupos empresariales: Changyu Pionner Wine, de origen chino, el francés Louis Vuitton- Möet Hennessy, los suizos Novartis, Schenk, el portugués Sogrape, y muchos inversores privados más.
Como cabe esperar, las razones de este interés extranjero y privado en bodegas nacionales son básicamente comerciales: los grupos empresariales - sobre todo, las multinacionales-, no quieren perderse esta ‘pera en dulce’, que es el vino, y que les sirve para cubrir nuevos segmentos o lograr economías de escala. Pero también hay motivos financieros: plataformas de inversión o fondos que se hacen con el control de las empresas para sacarles la máxima rentabilidad.
Salvar momentos de crisis
Para algunas bodegas españolas, la entrada de capital extranjero en su negocio viene, en algunos casos, a salvar momentos de crisis, problemas de sucesión o a facilitar su crecimento internacional.
El director general del Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV), Rafael del Rey, considera que “las inversiones extranjeras son siempre bienvenidas en el sector del vino porque se deduce de ellas que hay interés y confianza en el negocio español”. Ahora, bien, aclara, “son buenas siempre cuando aporten al mercado su capacidad de distribución y comercio a largo plazo, como lo han hecho grandes grupos empresariales ya instalados en España, independientemente de sus procedencia- chinos, europeos, rusos o americanos-”.
Por el contrario, añade, “cuando sólo existe una intención financiera para ganar mucho dinero a corto plazo, esas inversiones ya no son tan buenas”, aunque aclara que “si esa inyección de capital sirve para el desarrollo de la bodega y para crecer internacionalmente en el futuro, bienvenida sea. Es una cuestión de plazos”, comenta Rafael del Rey.
Los fondos aparecen en escena
Es poco frecuente que un fondo de inversión aparezca en el sector vitivinícola. Sin embargo, el último informe publicado por Rabobank –correspondiente al tercer trimestre de 2018- refleja que esto puede cambiar. En uno de sus apartados viene a decir que fondos “de EE.UU. y Alemania han sido particularmente activos en los últimos meses, ya que lanzaron ofertas para comprar bodegas y distribuidores de vino en todo el mundo”.
Nadie sabe con seguridad qué pasará en un futuro, pero sí lo que ha pasado recientemente. El fondo de inversión Carlyle -fundado en Whaswington- apareció en la escena vitivinícola española el pasado año tras hacerse con una de las empresas más antiguas de España: el grupo Codorníu. Más de 500 años de historia dedicados a la elaboración de cavas, 3.000 hectáreas de viñedo en propiedad y varios premios cosechados por su trayectoria, llamaron la atención de este inversor extranjero.
En noviembre, asumía el control de la cavista al cerrar la compra de hasta un 68% del capital social de Unideco, matriz de Codorníu y propietaria también de Bodegas Bilbaínas. Hoy domina la gestión de la compañía ya que la preside Alex Wagenberg, director general de Carlyle en Europa, aunque su director general sigue siendo un Raventós, Ramón Raventós, éste procede de una rama escindida en 2006 del grupo empresarial.
Recientemente, el grupo Carlyle inició un proceso de desinversión poniendo en marcha la venta de diferentes activos inmobiliarios no estratégicos, despidió a la mitad de la cúpula y pactó con los sindicatos un expediente de regulación de empleo (ERE) para prescindir de 70 personas. Ahora prepara un plan para hacer crecer sus ventas modernizando sus bodegas de Sant Sadurní y apostando por sus vinos Raimat.
Carlyle Europe Partners comentaba en su web al hilo de esta sustanciosa operación que “el grupo invierte en empresas cuyos valores empresariales generalmente superan los 200 millones de euros, y donde las relaciones con las empresas familiares se basan en la búsqueda de un socio financiero para crear valor y crecer”.
Según fuentes del sector, esta operación rondaría los 300 millones de euros y Carlyle se haría cargo, además, de la deuda que arrastraba el grupo cavista valorada en 90 millones. De modo que “el fondo le ayudaría a impulsar su internacionalización y a continuar con su política de crecimiento”. Además, con esta operación, Carlyle, y a través de la sociedad Ducde, ha tomado el control de forma indirecta del 97,96 % de Bodegas Bilbaínas, filial del grupo Codorníu y ahora presidida también por el director general del grupo, Ramón Raventós. La intención de este fondo es sacar a la bodega de la Bolsa de Bilbao donde cotiza.
Alas a la internacionalización
Por Freixenet se interesó el grupo empresarial con experiencia en el sector de alimentación: Henkell. El holding de vinos espumosos alemán tomó el control del 50,7 % de Freixenet por 220 millones de euros. La venta puso fin a casi dos años de discusiones entre las distintas ramas familiares: por un lado, los Hevia y parte de los Bonet que optaron por salir de la empresa, y por otro, los Ferrer y el expresidente de Freixenet, José Luis Bonet, quienes prefirieron quedarse en ella y mantener sus acciones.
Para ambas empresas estas alianzas con grupos foráneas podrían ser beneficiosas porque mejoran sus opciones en el mercado internacional. Freixenet prevé tener una cuota de mercado del 10 % en el sector de los vinos espumosos en un plazo de seis años. Esto supondría una facturación conjunta de 1.500 millones de euros en ese periodo. Además, sus distribuidoras que tienen en EE.UU. y en Reino Unido se fusionarán lo que favorecerán el comercio de cava en nuevos mercados.
Con la entrada de Henkell, también se han producido cambios en el consejo de la empresa de cava: el hasta ahora presidente de la cavista, José Luis Bonet, ha pasado a convertirse en presidente de honor del grupo mientras que el responsable de la multinacional alemana, Albert Christmann se ha hecho con la presidencia. Pedro Ferrer, hasta ahora consejero delegado, es también vicepresidente del grupo. Hoy el conglomerado pretende centrarse en el cava y desinvertir en las bodegas -de vino tranquilo y sin burbujas- que no sean estratégicas.
Schenck, un grupo suizo fiel al vino español
No es nada nuevo que un gran grupo extranjero tome posiciones en el mercado del vino español. Ya en agosto de 1927, el grupo bodeguero suizo Schenk desembarcaba en España en busca de vino de calidad para abastecer el norte del viejo continente. Antes había probado negocio en la propia Suiza, y en diversas zonas de Francia e Italia. Eran tiempos de filoxera, con grandes efectos sobre las cosechas, pero pese a ello, y en contra de muchos grupos que se iban de la Península por la plaga, Schenk se mantuvo en nuestro país. Al principio empezó en el Penedés, pero pronto se decantó por la tierra de Valencia, donde se centró en cultivar viñas y elaborar vino, levantando más tarde en Requena una bodega de última generación (Murviedro). En ella hoy trabajan 85 personas y se elaboran 25 millones de botellas -gran parte para el exterior-.
Hace dos años, el grupo suizo volvía a apostar por la comarca de Utiel-Requena con la adquisición de la bodega Finca Casa Lo Alto, situada en el municipio valenciano de Venta del Moro.
La empresa persigue con ello “crear una marca fuerte de referencia, que sepa aprovechar las propiedades que otorga el clima mediterráneo a las variedades autóctonas”.
Novartis por azar
El grupo farmacéutico también suizo Novartis aterrizó en el negocio español del vino a mediados de los años 90, casi por azar. Hoy es propietario de una de las fincas vitivinícolas más reconocidas del sector: Abadía Retuerta con su hotel Le Domaine en Sardón del Duero (Valladolid) que se engloba dentro de la asociación Grandes Pagos de España.
En 1988, la farmacéutica Sandoz se hizo con la propiedad de esta finca vallisoletana ya que sus propietarios habían contraído deudas con ella porque les surtía de productos de sanidad animal, de modo que terminó haciéndose con el terreno como pago a las citadas deudas.
Más tarde, en 1996, con la fusión de Sandoz y Ciba-Geigy y la creación de Novartis, la bodega pasó a manos del nuevo grupo fusionado. Entre 1991 y 1994 se plantó la mayor parte del viñedo de lo que hoy es Abadía Retuerta y se elaboraron los primeros vinos en la cosecha de 1996, curiosamente en el mismo año en que se fusionan los dos grupos farmacéuticos para crear el gigante Novartis.
Y es que la producción de vino cerca del Duero es una de las más atractivas para los inversores foráneos. La operación más importante en esta zona se fraguó en el año 2008 por parte del grupo francés de lujo Louis Vuitton- Möet Hennessy. Adquirió a los hermanos riojanos Eguren la bodega Numanthia Termes en la DO Toro.
La finalidad de este afamado grupo francés era añadir a su cartera una bodega de calidad para competir en vinos de gama alta. La bodega dispone de 40 hectáreas de viñedos en la comarca zamorana de Valdefinjas (al lado de Toro), con una antiguedad de 100 años que resistieron la filoxera allá por 1870 de la variedad tinta de Toro. La bodega vende hoy sus vinos bajo las marcas muy reconocidas y de gran éxito: Numanthia, Termes y Termanthia.
Abriendo mercado exterior
En el año 2005, el holding francés Pernord Ricard compraba en España a Allied Domecq las bodegas Alcorta, Ysios, Campo Viejo, AGE, Aura y Tarsus con las que constituyó una filial de vinos a nivel mundial en 2010, Pernod Ricard Winemakers. Con ella, la mutinacional ha cosechado éxitos de ventas, sobre todo, con la marca Campo Viejo y en el mercado británico.
Recientemente, una de estas bodegas, Aura -en la Denominación de Origen Rueda- pasaba a manos del grupo portugués Sogrape tras adquirirla al holding francés, “con la intención de ganar escala en España”. Los 40 hectáreas de viñedo de la variedad Verdejo han conquistado a este grupo luso que ya había iniciado su andadura en nuestro país en el año 2012. Entonces, Sogrape compraba la bodega riojana LAN a Mercapital por unos 50 millones de euros. En todos estos años, la empresa portuguesa ha ido ganando posiciones en las denominaciones de origen de las cuatro erres: Rueda, Ribera del Duero, Rioja y Rías Baixas, ya que cuenta con la bodega Santiago Ruiz (Rías Baixas) y otras marcas como Marqués de Burgos en Duero y Duquesa de Valladolid, en Rueda.
Por el contrario, Pernod Ricard ha ido desprendiéndose en los últimos años de algunos activos en España, como Bodegas Campanas (Navarra), y de su marca histórica Siglo en una política de desinversiones para reforzar sus marcas más estratégicas.
China avanza veloz en España
Fue en 2015 cuando el grupo chino Changyu Pionner Wine, conocido por su marca Noble Dragón, se hizo con el 75% del grupo Marqués del Atrio, regentada durante generaciones por la familia Rivero y con bodegas en Rioja y Navarra. La compra de Marqués del Atrio se valoró entonces en 35 millones de euros. El objetivo del grupo chino Changyu Pionner Wine ha sido vender vino español en el mercado chino el país que cuenta con 20 millones de consumidores de este producto-, donde ha logrado elevar su factuación considerablemente. De momento, Marqués del Atrio exporta la mitad de su producción a otros países y factura 39 millones de euros.
Además, esta alianza permite traer al mercado español el vino chino Noble Dragón, el más vendido del mundo, elaborado con Cabernet Gernischt. Una variedad que no se encontraba en el continente europeo. Tras aquella compra, se han ido sucediendo en España inumerables operaciones por parte de inversores chinos. Según el director general del Centro de Negocios Hispano Chino, José Enrique García Agüera, el 10% de las bodegas de Ribera del Duero tiene ya capital español y estos inversores seguirán comprando bodegas de forma masiva. “Es un sector estratégico para ellos”, explica este experto y asesor de empresas. Otra de las razones de la irrupción china es que el negocio del vino no se puede deslocalizar porque necesita del territorio, de modo que el inversor busca bodegas para comprar aquí.
El margen que se aplica al vino español en China es muy elavado
El ‘modus operandi’ de estos inversores asiáticos es el siguiente: primero compra vino en España y se queda con el beneficio derivado de la venta de este producto en su país. “El margen que se le aplica al vino español es terriblemente elevado. Se vende allí a un precio multiplicado por cuatro y por cinco sobre el precio de salida. Y después cuando allí se conoce la marca española en China viene aquí para participar del negocio de la elaboración”, explica García Agüera.
El grupo chino Changyu Pionner Wine cuenta con más de 100.000 puntos de venta, y considera que “es muy importante estar presente en las principales bodegas en el mundo para crecer de manera globalizada”.
En la otra parte, la bodega española que cuenta con vinos como Faustino y Marqués del Atrio, se trata de una operación que le permite consolidar su presencia en el mercado asiático.
La bodega Dominio de Cair, de La Aguilera, una pedanía de Aranda de Duero (Burgos) es otro ejemplo de bodega con inversión asiática, aunque el control de la empresa lo sigue ejerciendo el propietario Luis Cañas y su familia.
Otra propiedad china en la Ribera del Duero es Bodegas Alilian pertenece al empresario hostelero Shu Ping Xu, y su hijo, Xu Liang, al frente de la empresa. Para llevar a cabo este proyecto, han contado con la experiencia del experto enólogo Cote García.
Cabe preguntarse por qué los chinos prefieren España para invertir, a otros destinos europeos. “En nuestro país ven una mayor seguridad alimentaria, un puente hacia Latinoamérica, gran calidad de los vinos y el carácter abierto y jovial de los españoles”, según José Enrique García Agüera.
Sin embargo, aunque los chinos cada vez invierten más en España, no entran directamente en la gestión de las bodegas. Más bien, dejan en manos de los enólogos españoles la calidad de los vinos. “Ellos controlan el capital pero se mantienen al margen de los negocios y no toman decisiones sobre el producto. De forma lógica, se aseguran el beneficio que genera la venta del producto en China, por lo que contratan el ‘know-how’ español. Sin embargo, cada vez más chinos se forman en centros educativos chinos y españoles de elaboración del vino y aprenden rápido”, concluye José Enrique García Agüera.
Pequeños inversores
Son enólogos, viticultores o emprendedores extranjeros rendidos al vino español y a sus tierras que un día se atrevieron a desarrollar su propio proyecto. Y así, impulsan proyectos y bodegas como es el caso de Belondrade & Lurton, en Rueda (Valladolid), de propiedad francesa. Se trata de un sueño cumplido del Didier Belondrade, un exdirectivo de Air France que se enamoró del vino español en un viaje a Andalucía. Buscaba elaborar “gran un vino blanco en el país del Quijote, un chateau bordelés en España”, para lo que era indispensable contar con viñedos propios.
Algo similar ha ocurrido con Campo Eliseo, en este caso, además de estar en Rueda, también tiene presencia en Toro. François Lurton y Dany & Michael Rolland, tres enólogos franceses, decidieron unir sus conocimientos y experiencia en el año 2000 para producir vinos de alta gama. En Campo Eliseo elaboran vino con uvas Tinta de Toro y Verdejo, y con técnicas de vinificación propias.
Otra historia de emprendedores unidos por el vino ocurrió en Utiel-Requena (Valencia), y en las bodegas Hispano-Suizas (nombre puesto por el origen de sus creadores). Tres expertos del vino Marc Grin, Pablo Ossorio y Rafael Navarro decidieron un buen día colaborar juntos para elaborar vinos de alta gama pero asequibles.
Estancia Piedra, en Toro, es otra iniciativa foránea del abogado escocés Grant Stein y su mujer Anne. Fue en el año 1998 cuando se hicieron con unos viñedos, a escasos 5 kilómetros de Toro, en el valle de la Guareña, que incluían uno de los mejores pagos de la zona, el de Paredinas, cuyas viñas se plantaron en 1927 y del cual sale su Gran Reserva Estancia Piedra. A la misma zona, llegó el francés Antony Terryn, propietario y elaborador de vinos en la bodega toresana Dominio del Bendito, quien nos cuenta que con su primera visita tuvo un flechazo con con estas tierras y sus “viñas viejísimas, enclavadas en terroirs increíbles, el pie franco y las condiciones extremas”.
También el mexicano José Ramón Ruiz Caso, propietario de la distribuidora de bebidas La Europea, compró en 2016 de la bodega Tr3smano.
Inversiones en Rioja
En Rioja, la familia mexicana Baños se hizo con la bodega Gómez Cruzado en Haro, mientras que en Navarra, la familia venezolana Penso compró la bodega Otazu en 2013, hoy dirigida por su hijo, Guillermo Penso. En esta misma provincia, el venezolano Alejandro Gómez Sigala, vinculado a los negocios de banca y prensa en su país, adquirió en 2014 Pago de Cirsus en Ablitas (Navarra), hasta entonces, en manos del productor cinematográfico Iñaki Núñez.
El año pasado, Gómez Sigala compró la Bodegas Irache en Ayegui y es propietario de dos marcas de Ribera del Duero (Senda de los Olivos y Caballero de Zifar). En 2015, el magnate ruso Yuri Scheffler, a través del fondo SPI, adquirió la bodega Pagos de Arínzano al grupo Chivite por 15 millones. Esta bodega se ubica en la Propiedad de Arínzano (Navarra), un espacio protegido de hábitat natural, cuya entrada fue diseñada por el arquitecto español Rafael Moneo y encargada por la familia Chivite.
La bodega Barón de Ley también cuenta con pequeñas participaciones de fondos de inversión internacionales. Aunque sus acciones no son significativas, dejan huella en esta bodega riojana Invesco y FMR (con el 1,66% y 3,65%, respectivamente).
Y así una larga lista de inversores extranjeros que un día decidieron hacer negocio en nuestros viñedos quizás motivados por la calidad del producto, la singularidad de variedades, el clima, o quien sabe si, además, por nuestra cultura.
Así se veía en nuestra revista.