Por Manuel Herrera
Propietario de Finca Herrera Vinos y Viña Española Consultoría
Así decía mi padre Pascual: “Tranquilo que todo llega. Este vino está dormido, hay que esperar; es de los que parecen poca cosa y luego rompen en fino”. Lo afirmaba cuando tenía ante él vinos recién nacidos o que comenzaban su andadura en la noble barrica. También lo decía delante de vinos que eran reacios a expresarse, pero en los que él notaba que había algo. Él me enseñó a notarlo. Es quizás una de las enseñanzas más valiosas que mi padre me dejó y que siempre procuro aplicar a casi todo en la vida, no sólo al vino.
A veces, la belleza y la grandeza están agazapadas en las cosas más sencillas y conviene esperar a que “rompan en fino”. Y es que me gusta esa expresión y aún más para el vino. “Vinos finos”. Ya lo ponía en las etiquetas de una gran bodega hace muchísimos años, y no me refiero a Jerez, aludo a los grandes vinos tintos. Tintos finos.
Creo que cuando uno más cata, más vinos conoce y a medida que uno sigue aprendiendo, se vuelca más en buscar la finura y elegancia de todos ellos. Cuando existe quizás una mayoría de gente conocedora que quiere vinos con bastante cuerpo, maderas bien marcadas, concentrados, no sé si más rotundos o espectaculares, yo busco vinos finos. Pequeños matices unidos en armonía y estilo. Quizá menor color y estructura, pero con finura larga y sublime. Y una larga y gloriosa vida por delante, más de lo que se piensa. Esos vinos que se dicen “fáciles de beber”.
Casi como si fuera para hacerles de menos al decirlo y como si fuese mejor que fueran “difíciles de beber”.
A todo esto: ¿existen los vinos difíciles? Para mí, sí. Son vinos pesados, forzados en sus elaboraciones y crianzas, a los que no han dejado andar su camino, faltos de acidez y frescura, y que ni comiendo puedes con más de dos copas; vinos que se caen en media hora. Vamos, que no eres capaz de acabar la botella con un amigo...
Pero volvamos, entonces, a la finura y a los matices. A esos vinos perfumados que van de menos a más, a los que se unen, además, frangancia, frescura y sutileza para transportarte a donde quieras ir. Vinos que se disfrutan. Vinos que tienen una historia detrás, un trabajo de su tierra y de sus gentes, de un paisaje y de parte del estilo de quien los hace.
Voto por los vinos ágiles y honestos. Por los vinos con hondura, que si, además, van acompañados de tipicidad, variedad y terruño es para prácticamente..., hablar con Dios.
Decía también Pascual que para conseguir un gran vino con alma y que emocionase, debía dejar el “manual” y “pasearse por el filo de la navaja”.
Mientras que busco elaborar ese vino, brindo otra vez por ti, Pascual, y por que aparezcan en mi vida muchos vinos tímidos como aquellos. Espero saber interpretarlos bien y poder ayudarles a que “rompan en fino”. Buena floración para todos, y que todo cuaje muy bien. Abrazos.