Por Vanesa Viñolo
La Ribera del Duero está en movimiento continuo. Nuevos proyectos y otros que, como Virtus (situado en Aldeayuso, Valladolid), dan un giro a su imagen y a sus elaboraciones.
Aunque Virtus nace a mediados de los ochenta de la mano de Paloma Escribano (una de las primeras mujeres emprendedoras de la Ribera) es en 2012, con el paso del testigo a su hijo Íñigo López de la Osa, cuando la bodega comienza una nueva etapa. Íñigo decide mantener todo lo bueno que había “sembrado” su madre y actualizarlo, invirtiendo en tecnología y refrescando su imagen, para lo que cuenta en la dirección con Javier Rozas. Así, Virtus se transforma en un precioso caballo de salto, y su logo en una herradura-copa (obra del premiado diseñador Eduardo del Fraile), nexo de unión entre los dos mundos que apasionan a Íñigo: el del vino, herencia materna, y el ecuestre, ya que además de jinete (el caballo es real y ha competido con él), su abuelo era general de caballería. El viñedo que rodea la bodega (9 ha plantadas en 1987) ha sido intervenido muy poco (fueron unos visionarios “eco”) y contará con el certificado Ecológico el próximo año. La dirección técnica es de Ernesto Peña, enólogo y agrónomo especialista en cultivo biodinámico del viñedo, gran conocedor de los terruños ribereños. Con estas viñas es con las que elabora El Sueco, un crianza que sorprende por su frescura e identidad. El nombre proviene de cómo llamaban a Íñigo (nació en Suecia) y la imagen es la de un precioso balancín típico de este país. Junto a estas viñas, ha buscado viñas viejas en Soria y Burgos (algunas de más de 80 años) para elaborar su Gran Reserva y unos blancos de Albillo Mayor (uno de ellos será un gran reserva, algo excepcional, si no único) que van a dar que hablar.