Las nuevas tendencias en el consumo de vino, también entre esas nuevas generaciones que empiezan a interesarse por este apasionante mundo, apuntan claramente a la búsqueda de calidad y origen del vino.
A nuestro favor, en esta búsqueda de calidad y origen contamos con la ayuda de una sociedad hiperconectada y tecnológicamente muy avanzada. Y es que la era digital facilita un mayor conocimiento del medio sin salir de tu zona de confort, gracias a toda la información que nos llega de una forma dinámica y actualizada, así como a la revolución logística que nos permite tener casi cualquier botella de vino en menos de 24 horas en nuestro domicilio. Todo ello ha hecho que el modelo y la forma de consumo hayan cambiado radicalmente.
También el modelo industrial de producción se ha modificado. Las administraciones, instituciones y organismos que velan por el vino, frente al apoyo en las décadas pasadas de una reconversión centrada en la competitividad y rentabilidad en el precio, han virado sus políticas hacia un mayor cuidado de las zonas productoras y de su patrimonio vitícola. Así, actualmente, apoyan la conservación y sostenibilidad del medio, lo que repercute directamente en esa singularidad y tipicidad de origen a las que nos referíamos inicialmente, arrojando como resultado final una “vitivinicultura de valor”.
Ejemplo de ella son esas nuevas zonas o denominaciones, como la Isla de la Palma o la de Gran Canaria, que han apostado por mantener las conducciones rastreras de sus viníferas, muchas de ellas plantadas con varietales autóctonos y situadas, bien en altitudes de hasta 1.300 metros, bien en suelos volcánicos. Forman parte de las más agradables sorpresas que nos hemos encontrado últimamente entre las vinificaciones en seco, ya que tradicionalmente allí se elaboraban en dulce. Igualmente ha sucedido en Cádiz o Montilla con la eclosión de los recuperados vinos de pasto, que han optado también por sus variedades tradicionales, pero vinificándolas sin fortificar y criando en botas por el sistema estático. En cuanto a las zonas orográficas de interior con clima continental de mayor altura, tales como los Altos del Moncayo o el Alto de Najerilla, o incluso las Médulas Altas de El Bierzo, sin restar importancia a la recuperación y el trabajo de las variedades autóctonas que están realizando, allí entran en juego otras variantes, como la importancia del suelo, la orientación e incluso la forma de entender el vino de cada elaborador.
Obviamente hay muchas otras zonas que están apostando por este trabajo de calidad y origen y que están obteniendo excelentes resultados, sirvan estas que citamos como ejemplo. Por otro lado también llama la atención el movimiento protagonizado por el vino como parte de la coctelería o como base de productos acabados en formato industrial, como los rebujitos o los spritz, por ejemplo, que conforman la era 2.0 de los vinos aromatizados, frizzantes, semidulces, etc. Bebidas con vino en continua evolución que resultan más refrescantes para un nuevo segmento de consumidores, llegados desde el mundo de la cerveza o de las bebidas refrescantes carbonatadas, que sienten un cierto vértigo al enfrentarse a un paladar de carácter vinoso y de mayor graduación alcohólica. Igualmente hay que destacar el auge del vino en lata en sus versiones de menor graduación alcohólica que, una vez conseguido que se conserve y sea estable, viene con paso firme e intención de ganar adeptos. Es cuestión de sociabilizar esta moda, que ojalá venga para quedarse en el tiempo y nos ayude a aumentar el consumo per cápita.