
ADORADO
Menade- Sin DO
Encontrarse con Adorado es reencontrarse con la historia. La del vino “dorado” de la zona de Rueda. Un vino que, como nos comenta Richard Sanz, propietario de Menade, “en realidad, siempre estuvo, nunca se fue, simplemente desde 1967 se dejaron de rellenar (las botas) y nosotros solo le dimos continuidad. Es un orgullo poder seguir con un legado de familia de historia líquida”. Con crianza biológica y oxidativa, Adorado procede de una solera de 1900, creada en la bodega histórica de la Familia Sanz Secala-Menade 1820, “con la tecnología más austera, las manos”. En 2025 cumplen 20 años como Menade y nada menos que 205 desde sus comienzos en el mundo vitivinícola. Un aniversario que afrontan “con mucha ilusión, ganas y una copa en la mano, o dos si son pequeñas. Os esperamos en bodega para poderlo celebrar con todo el mundo. Eso sí no todos a la vez -señala divertido Richard-”. Así lo haremos.
La solera de Adorado
“Nuestros antepasados -explica Sanz- elaboraban este tipo de vinos en los depósitos de hormigón situados en las cavas donde, de forma natural, se creaba velo de flor debido a las condiciones de humedad y temperatura, constantes durante todo el año. Tras el tiempo correspondiente en dichos tanques, el vino se sacaba y se procedía a rociar la cuarta criadera”. En 1967, este proceso se paralizó debido a una inundación en Secala-Menade 1820. La solera ‘viajó’ de una bodega de la familia a otra… Medina, Rueda, de nuevo a La Seca… hasta que Richard reactivó el sistema de criaderas en 2018, pero con su interpretación: el vino con el que se rocía, de uvas verdejo de cepas centenarias, cría alrededor de un año en tinajas de barro bajo velor de flor, “continuamos un legado aunque sí le damos el enfoque actual, desde nuestra perspectiva. Ahora las uvas son verdeja y palomino fino, con una vinificación muy natural, muy agrestre”. Las uvas proceden de viñedos trabajados en orgánico, y el mosto fermenta en acero inoxidable con levaduras salvajes, a una temperatura controlada entre 18 y 22 grados. “Eso sí, es una vendimia tardía para conseguir un mosto con alto contenido de azúcar y obtener un vino de 16 grados de alcohol naturales. Desde que nos hicimos cargo de la solera, no hemos encabezado con alcohol. Ese vino se mete en tinajas de barro donde realizamos la flor de velo, en las cuevas de Menade de 1820. Después cuando se hace una saca (suelen ser dos al año, en otoño y en primavera), empieza el rociado al estilo solera”.
Secala-Menade 1820: un viaje en el tiempo
La reacción al ver su bodega histórica suele ser de incredulidad, señala Richard, ya que sus antepasados cavaron “kilómetros de cuevas sin tecnología, sin orientación. Son depresiones sin niveles de estrés, al estilo más natural”. Este 2025, que están de aniversario, es un momento sin duda perfecto para conocerla.