"Al vino, que es un nombre masculino le dediqué unas coplas feministas"
Por Alberto Matos
De padre palestino y madre soriana, Marwán Abu-Tahoun Recia –o, simplemente, Marwán- nacía en Madrid allá por 1979 y se criaba en el capitalino barrio de Aluche. A los 15 años se compraba su primera guitarra, con la que –junto a sus amigos- se introdujo en el mundo de la música heavy, tan influyente en aquellos años. Compaginó su pasión con la carrera de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, antiguo INEF, e incluso llegó a ejercer como profesor de educación física. Fue con sus primeros ahorros cuando pudo dar el salto y grabar por su cuenta su álbum “Principio y fin”. También ha escrito algún libro de poemas con la editorial Planeta y ha colaborado con diferentes publicaciones periódicas. A Marwán le gusta combinar música y poesía y encuentra su público en escenarios como el de un programa especial de Nochevieja que, impulsado por Bodegas Neo, se retransmitió en streaming a finales de 2020. También ha paseado su arte por lugares tan diversos como Estados Unidos, Palestina, Grecia, Rusia, Francia y toda Hispanoamérica.Tras varios álbumes de estudio, en 2020 lanzaba su último trabajo discográfico, “El viejo boxeador”. Si las circunstancias lo permiten, lo presentará en directo a lo largo de este año a través de una serie de conciertos.
Después de escuchar tus poemas y canciones, es fácil darse cuenta de que las verdaderas protagonistas son sus letras, más que su música. ¿Qué persigues con esta manera de componer?
Supongo que tengo alma de comunicador y quiero encapsular la vida en canciones. Para eso, para ser fiel y profundo en lo que cuentas, hay que cuidar la forma de hacerlo. El arte no deja de ser una búsqueda, una aproximación a la realidad a través de palabras, símbolos, obras… Para llegar a esos lugares donde no llega el intelecto o la ciencia, y en esa búsqueda uno no debe quedarse en algo superficial, sino tratar de ir al fondo. En mi caso no tiene más importancia la letra que la música, no soy un poeta que canta, sino un cantante que hace poesía, pero es verdad que las letras son muy importantes y las uso para transmitir todo lo posible.
¿Has pensado en añadir a tus letras algún tipo de música pegadiza y machacona que atraiga la atención de una mayor parte de público?
No, la verdad. A uno le emociona lo que le emociona y eso es lo que cultivo. Tampoco pasaría nada si quisiera hacerlo, pero no me nace.
¿Es compatible la música de cantautor con lo que demanda masivamente el mercado?
Yo creo que sí. Hay muchas de mis canciones que, sin ser estrictamente comerciales, considero que son muy comerciables y que pueden gustar a la masa aunque puedan tener mayor o menor profundidad.
¿En qué momento se encuentra la canción de autor en estos tiempos que nos ha tocado vivir?
Creo que goza de un gran estado de salud. Muchos de nosotros estamos tocando en salas multitudinarias, incluso en estadios como el Wizink Center (Madrid). Hay una audiencia muy grande. Lo que no goza de tan buena salud es la canción social. La cultivamos poco la mayoría de los cantautores de hoy en día, aunque hay excepciones, entre las que me incluyo, sin hacerlo mucho, pero haciéndolo.
De temática generalmente triste, melancólica, con añoranzas, desengaños e, incluso, con saudade, como dirían nuestros hermanos portugueses. ¿Por qué esa manera de interpretar que, por otra parte, resulta cautivadora?
Cuando estás feliz, vive y cuando estás triste, escribe. Supongo que es por eso. Puede haber canciones alegres y las hay, pero lo cierto es que el arte visto como una especie de terapia es una realidad. En muchas ocasiones, las canciones no dejan de ser una persona agarrando por las solapas a la vida pidiéndole alguna explicación, preguntándole algo para que le dé una respuesta. Supongo que por eso hay más temas tristes porque, en plena tristeza o desengaño, uno se pregunta muchas cosas y precisa de respuestas que en épocas felices no necesita.
¿Qué hay de ti en las canciones que compones e interpretas?
Muchísimo. Diría que el 95% de mis canciones son autobiográficas. Eso no significa que por hacer canciones tristes sea infeliz, pero cuando estoy mal vuelco todo en esos temas, todo mi malestar, visceralidad y sensibilidad. Las canciones alegres, aunque parezca mentira, también son autobiográficas (risas).
¿Qué apoyo recibes por parte de la industria discográfica? ¿Qué papel desempeña ahora que uno puede autoproducir su propia música y promocionarla y comercializarla por Internet?
En mi caso, tras haber sido un artista independiente durante mucho tiempo, me aporta mucho y noto la diferencia. Ahora hay un plan, un equipo de gente experta en casa apartado, una programación lógica y un reparto de responsabilidades que a mí me ayuda mucho. Antes, toda la responsabilidad recaía sobre mí y era demasiado. Ahora tengo a gente maravillosa y súper competente trabajando codo a codo conmigo. La diferencia entre ir solo y acompañado es enorme.
¿Cómo están afectando estos momentos de restricciones a tu carrera, tanto desde un punto de vista laboral y económico como de inspiración?
Principalmente afecta a mi gira. Yo soy un artista cuyo fuerte es el directo. Eso no puedo mostrarlo ahora y es algo que me da la vida; poder encontrarme con un público que me espera y que se emociona con mis canciones. Nos han quitado la parte lúdica de nuestro trabajo y resulta duro, la verdad. Económicamente más aún, pero soy un privilegiado, paso de quejarme de eso. A nivel de inspiración ayuda el tener mucho tiempo para componer y dificulta el hecho de tener menos vivencias. Con todo se gana y se pierde algo, pero hemos perdido mucho más que ganado en esta época.
¿Cómo decides los vídeos que ilustran tus canciones? Porque otra cosa no, pero cumplen con la máxima de que lo elegante siempre fue sencillo…
Se encargan los equipos creativos con los que trabajamos en cada ocasión, que suelen tener mucho gusto siempre. Yo solo digo si me gustan o no.
Dada la facilidad que pareces tener para componer, ¿qué estrofas le dedicarías al vino, tan denostado por un movimiento creciente que recomienda un consumo cero?
Al vino, que es un nombre masculino, le dediqué unas coplas feministas hace tiempo diciendo que dependía de la tierra, la lluvia, la vendimia, la botella y la copa, que son femeninas. Al vino se le podría dedicar todo, porque hay un arte en su elaboración en su disfrute y en el hecho de compartirlo que suele estar asociado a buenas emociones, a veces muy grandes.
Cualquiera, con amigos o seres queridos.
Me encantaron las zonas de viñedos de Lanzarote, plantados sobre ceniza volcánica.
A mí me gusta ir a la vinoteca Vides, en la calle Libertad de Madrid, al lado del Libertad 8, que es el garito del cual provenimos casi todos los cantautores que hoy se conocen.
Arroz negro con un buen Albariño o Verdejo. Delicia pura. Y si es con un buen vino tinto, que sea un Ribera del Duero.
Las copas que me suelo beber en los conciertos. Esas copas son mis compañeras en los momentos más felices de mi vida, que son el escenario.