"La Universidad de Lovaina analiza desde la estadística informática las tendencias de cada catador con el fin de ajustar cualquier discrepancia".
Por Alberto Matos
Los orígenes del Concours Mondial de Bruxelles se remontan a abril de 1994, fecha en la que Louis Havaux, reconocido editor belga especializado en vino, decidía organizar en la ciudad de Brujas un pequeño certamen al que acabaron concurriendo 861 muestras procedentes de 29 países. Un éxito relativamente modesto que en años sucesivos se iría superando con creces hasta alcanzar las más de 10.000 muestras recibidas en su última edición y que daría pie a la creación de diferentes subdivisiones del concurso. Así, a la de Tintos y Blancos se han ido sumando la de Dulces y Fortificados, Espumosos, Espirituosos y, más recientemente, Rosados.
El carácter internacional del concurso, ya previsible desde su primera convocatoria, propiciaba en 2006 su carácter itinerante, pasando desde entonces por ciudades como Lisboa, Palermo o Beijing, entre otras tantas. A España –concretamente a Valencia- llegaba por primera vez en 2009. En 2017 recalaba en Valladolid, ciudad que repetía este año acogiendo la primera edición de la sesión de Rosados. Así, entre los pasados días 11 y 13 de marzo, las arcadas acristaladas del atrio del Museo Patio Herreriano de Arte Contemporáneo Español de la capital castellanoleonesa se encargaban de proporcionar un espacio de cata a los miembros del jurado internacional, entre los que Vivir el Vino también se encontraba presente. Allí pudimos hablar con Baudouin Havaux, digno sucesor de su padre y actual presidente del Concours Mondial de Bruxelles.
En un perfecto castellano, magnificado por la sonoridad de la arquitectura del edificio, nos desentrañó los entresijos de una competición que cada año crece en participación entre un 10 y un 15%.
Cada vez hay más concursos que reconocen la calidad de los vinos mediante premios que se deciden en catas a ciegas, por lo general, bastante rigurosas. Sin embargo, el Concours Mondial de Bruxelles no se queda ahí y hace todo lo posible por trasladar al consumidor los resultados obtenidos en sus diferentes sesiones. ¿Con qué objetivo?
Efectivamente, el concurso evalúa la calidad de los vinos que concurren cada año y se compromete además a trasladar los resultados a los productores de dichos vinos. Sin embargo, nuestro objetivo va mucho más allá. A través de nuestros premios, que aparecen reflejados en sellos adhesivos sobre las botellas de las referencias ganadoras, pretendemos ofrecer al consumidor una garantía de calidad. La garantía de no equivocarse cuando elige un vino en un lineal o en un establecimiento hostelero. Somos conscientes de que es una labor difícil y de que todavía nos queda mucho por hacer. Es un trabajo duro, que requiere mucha inversión en comunicación y publicidad. Lamentablemente, no disponemos del presupuesto necesario para ello. En este sentido, el trabajo de difusión que hacen periodistas, proveedores y otros prescriptores que acuden como miembros del jurado es indispensable, pues nadie mejor que ellos puede constatar y contrastar que se trata de un concurso serio y fiable.
¿Cómo puede estar tan seguro de que el consumidor valora y confía en los sellos que representan las medallas de Plata, Oro y Gran Oro del concurso?
Porque lo hemos comprobado. No hace mucho, en colaboración con un centro Carrefour de Bélgica, hicimos un pequeño experimento. En los lineales colocamos diversos vinos con las etiquetas de nuestras medallas junto a esos mismos vinos sin dichas etiquetas. Pasado un tiempo pudimos observar que los que llevaban el sello de nuestras medallas elevaban sus ventas entre un 15 y un 20% con respecto a las que no las llevaban.
Y además, el concurso cuenta con su propio Wine Bar…
Así es, y esa es otra forma de acercar nuestros vinos ganadores al consumidor. La idea surgió en 2019 cuando, con mi familia, decidí tomar unas pequeñas vacaciones junto a la de Carlos Borboa, que es el representante del concurso en México. La idea era conocernos un poco mejor y en ese proceso nos dimos cuenta de que una de las cosas de las que más disfrutábamos era tomar un vino en un Wine Bar. Fue así cómo decidimos crear el nuestro. No se nos ocurría otra manera mejor de cerrar el círculo; ya teníamos vinos reconocidos con medallas de Plata, Oro y Gran Oro, catados por jueces internacionales, pero nos faltaba un escaparate en el que mostrarlos.
¿Por qué México?
Porque es un país en el que el mundo del vino está viviendo una auténtica revolución y en el que la gente está dispuesta a probar cosas diferentes. Además, para este tipo de proyectos, México es un lugar más barato que, por ejemplo, Europa. No obstante, dado el éxito de acogida, ya estamos ultimando los detalles para abrir otro Wine Bar en Portugal, y tenemos la intención de hacer lo propio en África occidental. Seguimos así con nuestro empeño de acercar el vino a un consumidor que tiene derecho a conocer cuáles son los mejores del mundo y a poder disfrutarlos por copas o a comprar directamente las botellas.
Además de periodistas, habla también de proveedores y otros prescriptores… ¿Quién integra en realidad los distintos paneles de cata?
Tratamos de contar siempre con los mejores catadores del mundo, entre los que siempre se encuentra algún Master of Wine, enólogos, bodegueros, sumilleres… Y también proveedores que, junto a los periodistas, son los que más cercanos se encuentran al consumidor y saben qué es lo que le gusta. Muchos proveedores utilizan las medallas del concurso como un primer filtro a la hora de considerar un vino. Sucede también en muchas ocasiones que los puntos de venta final reclaman a la distribución vinos que hayan resultado ganadores. Consideramos que la suma de todos estos perfiles hace posible una selección de vinos concebidos para el disfrute porque, al fin y al cabo, el 31 vino está para ser disfrutado. En este sentido, sabemos que las preferencias en los distintos merca - dos son muchas veces diferentes y es por eso por lo que convocamos a catadores de todo el mundo que pue - dan aportar una visión global. Para ello, no solo intentamos crear un entorno ideal para la cata, con las copas más adecuadas que se sir - ven a la temperatura óptima de con - sumo. También procuramos que las mesas de cata siempre estén com - puestas por catadores de diferentes nacionalidades.
¿Qué grado de consenso se observa entre los diferentes catadores?
No nos olvidamos de que los catadores son humanos y que, por tanto, pueden producirse disparidades de criterio entre unos y otros. También hay catadores que, a la hora de puntuar, son más generosos que otros. Así, para reducir esas disparidades, he - mos llegado a un acuerdo con la Universidad de Lovaina, que analiza desde la estadística informática las tendencias de cada uno de ellos con el fin de ajustar cualquier discrepancia. Además, como novedad este año, hemos introducido en la aplicación de cata un apartado de comentarios, pues nos hemos dado cuenta de que los catadores se concentran más en la tarea que están desempeñando cuando se detienen a comentar cada vino.
¿Se evalúa de alguna manera la credibilidad de cada uno de los catadores?
Sí, por un lado buscamos catadores que tengan un perfil de discriminación alto. Es decir, nos interesan aquellos catadores que no se instalan en una zona de confort otorgando puntuaciones muy parecidas a todos los vinos. Nos gustan los que arriesgan, porque esos son los que al final están ayudando al consumidor. Por otra parte, en algunas rondas de cata introducimos dos veces un mismo vino, y así tratamos de determinar la credibilidad de cada catador. Si a un mismo vino le otorga dos pun - tuaciones muy distintas, significa que no es el mejor catador.
Háblenos de los participantes, ¿qué es lo que buscan y cuáles son sus lugares de procedencia?
Los participantes buscan rigor en la evaluación de sus vinos y una vía más a través de la cual poder llegar al consumidor. Con el paso de los años, hemos logrado ganarnos la confianza de los productores que, cada vez más, se animan a enviar sus mues - tras. Y eso es todo un halago, especialmente teniendo en cuenta que el coste se sitúa entre los 150 y los 160 euros por muestra. Esas muestras suelen llegar en mayor número de aquellos países con mayores producciones, como Francia, España, Italia y Portugal, pero también recibimos de otros lugares con producciones más modestas, como Australia, Nueva Zelanda, Argentina, Chile, México, Croacia o Hungría, por citar solo unos pocos. Nuestra asignatura pendiente es Estados Unidos, país en el que todavía no hemos logrado penetrar. Quizás se deba a que allí se organizan más de cincuenta competiciones en torno al vino…
¿Se controla de alguna manera que las muestras presentadas al concurso se correspondan con las que después llegan a manos del consumidor?
Sí, consideramos absolutamente indispensable realizar controles en este sentido para garantizar nuestra credibilidad. Periódicamente realizamos, en el punto de venta, diversos análisis a los vinos ganadores de alguna de las medallas del concur - so, de manera que nos permita comprobar que el vino que el consumidor está adquiriendo se corresponde con el vino que en su momento recibió alguno de los reconocimientos de nuestro concurso.
¿Por qué se ha convertido en un concurso itinerante?
Porque nos ayuda a proyectar una imagen internacional y porque también es una herramienta de marketing para las ciudades anfitrionas que, de repente, se encuentran con un nutrido grupo de catadores y prensa especializada internacional que pueden establecer una interesante red de contactos y conocer más de cerca su producto.
A nivel profesional, siempre por la mañana. A nivel personal, cuando regreso a casa. Mi esposa y yo abrimos una botella de vino todos los días.
¡Hay tantos! Pero si tuviera que elegir, me quedo con los viñedos suizos del Valais.
Obviamente, ¡me encanta el Wine Bar del Concours Mondial de Bruxelles en México!
Hay tantos platos que se pueden combinar con tantos vinos que me resulta imposible quedarme con uno.
El vino solo es un elemento articulador de encuentros. Lo que recuerdo más son las personas con las que he compartido ese vino.