Por Alberto Matos
Algunas bodegas destacan las características únicas del entorno que las rodea, otras vinculan su narración con actividades complementarias y otras tantas se retrotraen a lo más profundo de sus raíces… Y, lo que es más importante, todas ellas logran dejar una impronta emocional en quien escucha sus historias.
Bodegas Aragonesas, los vinos del Ecce Homo
¿Quién no recuerda la historia del Ecce Homo de Borja? La desafortunada restauración de la pequeña pintura mural -obra del valenciano Elías García Martínez- en el Santuario de Misericordia de Borja dio la vuelta al mundo y atrajo a hordas de curiosos que buscaban la foto del momento. Fue fuente de inspiración para infinidad de memes en las redes sociales y para los disfraces de Halloween en Estados Unidos; se ha usado para ilustrar tazas, camisetas, patinetes y mascarillas. A diferencia de estas iniciativas, que se mofaban de las buenas intenciones de Cecilia Giménez, artífice del estropicio en 2012 y vecina de la localidad, Bodegas Aragonesas plasmó dos años después tanto el nombre como una imagen muy similar a la de la cuestionada reinterpretación artística en dos nuevos vinos de Garnacha, un tinto joven y otro procedente de viñas viejas. Y lo hacía tras conseguir el beneplácito de la autora, con la que acordó destinar los beneficios obtenidos de su venta a la asociación comarcal Centro Ocupacional, de la que dependen alrededor de una veintena de personas discapacitadas; a la Fundación Altadis, que pudo crear cuatro puestos de trabajo; y a la financiación de una residencia de ancianos en Borja, gestionada por la fundación Sacti Spiritus. La bodega, cuyos vinos están certificados por la DO Campo de Borja, conseguía así extraer el aspecto positivo del sonado desaguisado y favorecer a los más desfavorecidos de su comarca. Todo un logro por el que será siempre recordada.