Por Arantxa Noriega
Vino y arte maridan a la perfección. Esta debe de ser la razón por la que proliferan las ‘bodegas-museo’ en España. Unas decoran sus paredes con obras de pintores y escultores reconocidos. Otras se ubican en edificios majestuosos, dando lugar a catedrales del vino que son, en sí mismas, joyas arquitectónicas para visitar. Las hay que convocan concursos de arte para diseñar sus etiquetas de botella, y las que levantan su propio museo para divulgar todo lo relacionado con el vino. Cada una tiene su propio estilo, pero lo asombroso es que todas se han convertido en grandes contenedoras del arte más selectivo.
Pablo Picasso, Antonio Saura o Eduardo Chillida son brillantes ejemplos de artistas expuestos en bodegas que generan gran expectación y mayor afluencia de visitantes a sus instalaciones. En consecuencia, se logra elevar las ventas de vino y ganar reconocimiento de marca. Estas son algunas de las conclusiones que Vivir el Vino ha recogido tras consultar a estas ‘bodegas-museo’.
Pinturas como imagen de marca
A Enate, perteneciente a la DO Somontano, se le ha vinculado siempre con el mundo del arte y la cultura. Tuvo claro desde el primer momento que la pintura contemporánea iba a ser la imagen de la bodega, de manera que propuso a varios artistas diseñar las etiquetas de sus vinos. El primero en plasmar la obra en una botella fue Antonio Saura, artista español afincado en Francia. Pintó en el Chardonnay Barrica una etiqueta que con el tiempo se ha convertido en uno de los símbolos de Enate. “Se demostró que fue un acierto y sentó las bases de lo que hoy es una extensa pinacoteca, además, de una clara imagen de marca”, nos cuentan en la bodega.
Enate inició su andadura en 1991 y, al ser una bodega de reciente creación y sin pasado en el mundo del vino, tuvo que ser innovadora. El arte contemporáneo ha sido el hilo conductor que le ha permitido en todo este tiempo comunicar con sus clientes. Sus responsables achacan su éxito “a la idea de que el vino siempre ha reflejado las pulsiones de una sociedad cambiante”. Este concepto unido al arte le ha brindado “autenticidad, coherencia y personalidad”, y le ha permitido “ser diferente, y lograr valor añadido en el producto”, relatan.
A lo largo de estos años, la bodega ha realizado exposiciones intinerantes de sus pinturas, lo que le ha permitido recorrer muchas ciudades españolas, incluso llegar a participar en la Agencia Española de Cooperación Internacional de República Dominicana. Por ejemplo, Enate encargó al artista oscense Vicente García Plana una exposición titulada “Etiquetas Imposibles”, en la que el autor expuso corchos y botellas como si fueran esculturas. Esta original muestra se ha dejado ver en Barcelona, Praga, Bruselas, Segovia, Oviedo, Barakaldo, Zaragoza, León, Santander y Córdoba.
De izquierda a derecha: Sala de Barricas de la bodega ENATE; Escultura de Eduardo Chillada en CVNE; Exterior de la bodega Familia Torres, con esculturas en su entorno.
Apoyar a jóvenes artistas
Enate ha forjado otra seña de identidad: la Beca de Arte que convoca desde 1996 para apoyar a nuevos artistas. “Se trata de una apuesta por el arte joven y por las diferentes disciplinas”, explican. Otro de los platos fuertes de Enate es su muestra permanente formada por cuadros originales que ha ido comprando en exposiciones temporales. Aquí destaca la obra de Pepe Cerdá, Pinturas de Historia, que también se presentó en el Círculo de Bellas Artes de Madrid en 2003. Otra de las obras que enseñó la bodega fue la de Andrés Begué (2003- 2004), que reunió 24 de sus mejores piezas. Entre 2004 y 2009, exhibió piezas de Vicente García Plana, Fernando Alvira, Ángel Masip, Salvador Victori, Alfonso Ascunce, Ignacio Mayayo, y Gema Rupérez.
Primero de Fariña
Es todo un clásico. Desde sus orígenes, Fariña ha vinculado su imagen al mundo del arte ya que la etiqueta de sus botellas la encargaba a un artista. Desde hace 13 años, la bodega ha venido organizando el Concurso Nacional de Pintura para encontrar la imagen de Primero, su tinto joven de maceración carbónica. En el certamen de este año, sus botellas lucen una etiqueta de la obra titulada Continente y Contenido, de la última ganadora, la granadina Purificación Villafranca.
Es un concurso célebre en el sector porque pone a prueba la pintura abstracta para elegir la mejor etiqueta con la que decorar su primer vino. Después, en su propio museo se organiza una exposición temporal de pintura llamada El Primero de Fariña, en la que se incluyen las 40 obras seleccionadas por el jurado del concurso de entre todas las que se presentan al certamen. Este espacio abierto al público muestra antiguos aperos y maquinaria vitivinícola antigua. El ganador del concurso recibe 3.000 euros en metálico y la reproducción de su obra firmada en 150.000 etiquetas que se hacen de Primero.
CVNE con Chillida
Es verdad que, en los últimos años, CVNE no ha albergado ninguna exposición porque realiza obras en sus instalaciones “y el arte merece tratarse con cuidado y en buenas condiciones”, advierten en la empresa riojana. No obstante, CVNE se puede considerar por su trayectoria como una de las bodegas emblemáticas dentro del arte español. En 2014, recogió una impresionante exposición de escultura de Eduardo Chillida titulada El viento que no vemos y a la que acudieron unas 12 mil personas de España y de fuera. Fue un éxito.
La obra reunía en las instalaciones de CVNE, en Haro (La Rioja), ocho esculturas del artista. “Amamos el arte y nadie como Chillida entendió como se trabaja la tierra”, comentaron los responsables de esta bodega en la presentación de la muestra. Incluía, entre otras, dos obras de granito: Lo profundo es el aire XVIII (1998) y Escuchando a la piedra III (1996); dos de acero: Homenaje a Cioran (1998) y Zuhaitz IV (1999), y dos de alabastro: Lo profundo es el aire XIX (1998) y Homenaje a la arquitectura II (2000).
La mayoría de ellas fueron extraídas del Chillida Leku, el museo cerrado durante ocho años y que se reabrió el 17 de abril.
Otra de las obras que CVNE expuso en 2015 con gran tino fue la de la escultora Cristina Iglesias, Premio Nacional de Artes Plásticas y una de las artistas españolas más reconocidas en el exterior. Presentó la obra Pozos en 2015, que incluía cuatro piezas de diferentes materiales: resina, acero inoxidable, aluminio, piedra cerámica y agua, que podían observarse desde lejos como unas simples formas cúbicas, escuetas y geométricas. En 2016, CVNE mostraba su otra joya de la corona: Anthony Caro (1924-2013) uno de los más importantes escultores de Gran Bretaña del siglo XX.
González Byass, con el patrimonio histórico
La Fundación González Byass también ha organizado diferentes exposiciones en los últimos años con el propósito de dar conocer la historia de la bodega y el patrimonio natural, histórico y testimonial que le rodea. Revelado con solera, en 2018 y Abel Chapman, la naturaleza dibujada, en 2019, son claros ejemplos de ello y dan nombre a las últimas muestras organizadas por esta fundación sin ánimo del lucro.
Desde la bodega nos comentan que “las dos exposiciones han tenido muy buena acogida”. En concreto, la de Abel Chapman, ha interesado mucho por el tema relacionado con el entorno natural. En esta muestra se han incluido dibujos del viajero, naturalista y cazador Abel Chapman que le sirvieron para ilustrar sus dos libros, Wild Spain (1893) y Unexplored Spain (1910). Salieron a subasta en 2016. Revelado con solera fue la otra exposición que la Fundación González Byass organizó en sus instalaciones en 2018. Mostró 44.000 fotografías recopiladas desde 1862.
Ambas muestras tratan de divulgar la historia de la bodega iniciada en 1835, cuando el joven Manuel María González Ángel fundó González Byass apoyado por su tío materno, José Ángel, Tío Pepe. Éste le enseñó todo sobre el vino fino hasta el punto de darle nombre. En las botas aún puede leerse: “Solera del Tío Pepe”. Animado por la buena marcha de la bodega, se asoció con Robert Blake Byass, su agente en Inglaterra. De hecho, las primeras botas de Tío Pepe enviadas al Reino Unido tuvieron una magnífica acogida, por lo que la alianza entre Byass y González no se hizo esperar. Esta unión se mantuvo hasta 1988, cuando la familia Byass se retiró del negocio y la bodega pasó a los descendientes de Manuel María González.
Despertando emociones en Marqués de Riscal
Desde 2005, el número de visitantes a la bodega de Marqués de Riscal ubicada en Elciego (Álava) se ha multiplicado por 20. No es de extrañar si atendemos a sus impresionantes instalaciones, diseñadas por el arquitecto canadiense Frank O. Gehry, autor del Museo Guggenheim, entre otras maravillas. Cada año, esta magnífica obra de arte encandila a más de 100.000 turistas que visitan la bodega, en su mayoría españoles (en un 75%), pero también conquista a un público extranjero procedente de Estados Unidos, Italia, Francia, Canadá, Reino Unido, Australia, Alemania, China, Suiza y Suecia.
Marqués de Riscal fue una de las primeras bodegas que apostaron por el enoturismo; impulsó La Ciudad del Vino en la que fusionó arquitectura, restauración, gastronomía y spa. Buscaba realizar un edificio vanguardista donde poder despertar emociones y representar el espíritu innovador de su vino. Para conseguirlo, pensó en Frank O. Gehry, de manera que se lo pidió degustando un vino del año de su nacimiento (1929) –guardado desde entonces en La Catedral de Marqués de Riscal-. Para el arquitecto fue todo un desafío, y le sedujo la idea de diseñar por primera vez una bodega, algo que no había realizado hasta entonces.
El resultado es una impresionante obra llena de formas, y en perfecta sintonía con el paisaje de la zona. A igual que el Museo Guggenheim, el edificio está recubierto de titanio aunque, en este caso, el arquitecto ha querido impregnar su obra de los colores representativos de Marqués de Riscal: rosa, como el vino tinto, oro como la malla de las botellas de Riscal, y plata, como la cápsula de la botella.
De izquierda a derecha: Fotografía de Manuel María González y Robert Blake, fundadores de González Byass; Enate permite que artistas diseñen y pinten en sus etiquetas como Víctor Mira, en este caso; Exposición de pintura en Bodegas Fariña; Etiqueta de Bodegas Altanza con pintura del célebre Joaquín Sorolla.
Arte por dentro y por fuera
La bodega Waltraud de la Familia Torres es una gran obra del arquitecto Javier Barba, destinada a albergar vinos de alta gama. Fue construida siguiendo los principios de la arquitectura bioclimática e inaugurada en 2008. Lleva el nombre de Waltraud Maczassek, esposa del presidente de Familia Torres, Miguel Angel Torres. Al margen del interés arquitectónico, este edificio atesora obras de cuatro artistas: de la propia Waltraud Maczassek, artista dedicada a la fotografía, pintura y escultura, y de los escultores Xavier Corberó, Josep Cerdà y Ángel Camino.
“La pintura es un proceso de búsqueda, de exploración de territorios desconocidos”, comenta Waltraud Maczassek. De origen alemán, ha trabajado desde la figuración (en sus inicios) hasta la abstracción lírica de hoy. Sus obras Fluir, La Piel de la Tierra, Huellas y Surcos del Tiempo, creadas en 2006 y 2007, visten las paredes de la sala de cata.
En el exterior de la bodega, el visitante descubre tres esculturas: Familia Reserva Petrea, de Xavier Corberó, que está formada por cinco piezas de basalto que simbolizan la familia; Mutus Líber, de Josep Cerdà, realizada en bronce fundido con una técnica renacentista; y Ssst, Silenci, de Ángel Camino, una obra circular de granito negro que invita a pensar, a estar en silencio. Con todo ello, Familia Torres reunió en 2018 unos 75.000 visitantes.
Jean Leon, esencia del glamour
Jean Leon es una bodega del Penedès vinculada, desde sus orígenes, al mundo del arte. En 1963, la fundó un cántabro, Ceferino Carrión, que luego pasó a llamarse Jean Leon. Después de mucho trabajo, aventuras y vicisitudes, llegó a regentar un restaurante en Beverly Hills, frecuentado por estrellas de Hollywood como James Dean o Marilyn Monroe, de los que se hizo amigo. Para suministrar vino a este glamuroso local impulsó la bodega que lleva su nombre en Penedès. En 1994, antes de fallecer, Jean Leon dejó la bodega a la Familia Torres, que conserva la esencia de su creador.
La vinculación con el arte se plasma en las etiquetas del vino de la bodega, Jean Leon Vinya La Scala Cabernet Sauvignon Gran Reserva. A partir del 1994, cada añada de este vino viene ilustrada por un artista reconocido. Las obras originales se exponen de manera permanente en la sala museo de la bodega, de forma que los visitantes pueden admirar cuadros de artistas como Josep Maria Subirachs, Jordi Alomà, Alberto Rafols Casamada, Josep Guinovart, Antoni Tapies, Josep Maria Riera i Aragó, Waltraud Maczassek, Javier Mariscal o Josep Moscardó.
Desde hace tres años, Jean Leon acoge exposiciones efímeras durante un mes en su sala principal, una iniciativa que se inauguró en 2017 con la exposición El minotauro en el laberinto, de Josep Guinovart.
También desde 2014 la bodega organiza una velada artística bajo el nombre de ViArt, a la que suelen asistir unas 60 personas. Cada edición se dedica a una disciplina artística, maridada con los vinos Jean Leon: pintura, teatro, danza, música o historia del cine. La próxima edición tratará de cocina creativa y se celebrará el 12 de julio. Esta original iniciativa pretende rendir homenaje al gran vínculo del fundador de la bodega con el Hollywood Dorado, y la cultura y el arte en general. En 2018, la bodega Jean Leon recibió más de 10.000 visitantes.
Multicultura en Grupo Faustino
El Grupo Faustino se ha involucrado de lleno en el enoturismo. Primero porque Bodegas Portia es la primera del mundo en ser diseñada por Foster & Partners, lo que lo convierte en la meca de la arquitectura más vanguardista. Pero, además del imponente edificio que acoge la bodega, el público puede disfrutar del arte contemporáneo -ahora con la exposición Ariguaní, de Willy Ramos- y de la gastronomía que ofrece el restaurante Triennia Gastrobar. “Más allá de una visita a la bodega, queremos que se conozca de primera mano la forma de elaborar un buen vino en un marco incomparable y de amplio nivel cultural”, comenta Elena Larrea, directora de marketing y comunicación del grupo bodeguero.
La exposición de Willy Ramos se compone de once piezas en las que combina color, luz y paisajes. Se trata de una mirada a la infancia del artista y de ahí que el título de la misma haga referencia al municipio colombiano donde nació. Por su parte, Bodegas Campillo organiza desde abril la exposición Contrastes en la que se muestran 60 obras de los pintores Emilio Fornieles y Maldomado. Sus protagonistas son el ser humano y sus conflictos. Además, se pueden encontrar rostros tan conocidos como David Bowie, Marlene Dietrich o John F. Kennedy.
Bodegas Campillo también es miembro corporativo del Museo Guggenheim y jugó un papel destacado en la decisión de la ubicación del museo en la ciudad de Bilbao. “Gracias a ese vínculo, nuestros vinos siempre han estado presentes en los momentos importantes como la inauguración y el 20 aniversario de este museo”, añade.
Larrea destaca que “una buena experiencia cultural siempre ayuda en la decisión de compra de los visitantes y sirve de vehículo de comunicación para contar la historia y nuestro amor por la tierra; en ese sentido, el público responde muy bien a nuestras ofertas culturales, ya sea exposición o visita teatralizada”.
Foto de la izquierda: 'Expoguinovart', en la Bodega Jean Leon, de Familia Torres; a la derecha: Exposición de Picasso en el Museo Vivanco. |
Altanza con Sorolla
En Altanza combinan arte y vino en la colección Lealtanza Artistas Españoles a través del principal y mejor escaparate: el vino, la botella y su etiqueta. Desde la primera edición, esta bodega riojana dedicó a Miró la añada 2001, a Dalí asignó la de 2004, a Gaudí, la de 2005 y a Goya, la de 2008. La última edición, su quinta entrega, es un Reserva 2010, una añada calificada como “Excelente” destinada enteramente a Joaquín Sorolla, el pintor de la luz que puso las técnicas del impresionismo al servicio del paisaje mediterráneo. Concretamente, las etiquetas reproducen tres de los cuadros más representativos del artista valenciano. Paseo a orillas del mar (1909), Nadadores (1909) y Jardín de la casa Sorolla (1919).
Es uno de los productos más valorados y forma parte de una colección limitada -de 14.000 estuches-, y que ha cosechado varios reconocimientos como los 95 puntos de Decanter Magazine Panel Tasting Rioja 2010 (Reserva), entre otros muchos. Según la bodega, “intentamos estar cada vez más cerca de los clientes, conocer mejor sus gustos y sus deseos”.
Arte por los cuatro costados
Bodega Otazu se sitúa en un entorno rodeado de arte. Sobre el terreno perduran varios edificios que dan fe del paso de los siglos: la iglesia de San Esteban de Otazu, del siglo XII; la Torre del Palomar, del XIV; y el Palacio del Señorío de Otazu, del siglo XVI. Hoy es un museo del vino con galería de arte y su espectacular sala de barricas conocida como la Catedral del Vino. La Fundación Otazu tiende puentes a artistas consagrados y a creadores y fusiona vino e historia.
Entre los objetivos de la Fundación se encuentran la gestión y dirección de las actividades del centro de arte de Otazu, así como la conservación de la Colección de Arte Kablanc, expuesta de forma permanente en la bodega, construida en 1840. “El arte y el vino son manifestaciones de la cultura y un homenaje a la creatividad humana”, responde Guillermo Penso, el director general de Bodega Otazu. “Como parte importante de las numerosas actividades que lleva a cabo la Fundación Otazu está la realización de talleres de formación y la concesión de becas a artistas jóvenes para la producción de obras. Así mismo, cada año se organiza el evento Otazu ArtWeekend al cual acuden artistas internacionales al coincidir con la feria de arte contemporáneo ARCO. En la edición 2019, se ha presentado la colección cuyo título es Heimat - Mi Tierra, a partir de obras seleccionadas por Sofía Mariscal.
Otro de los proyectos más importantes es la bienal de obra monumental de intervención de espacios exteriores. En ella se propone a cuatro artistas que generen una propuesta para un espacio de la bodega. La obra ganadora se ejecuta y forma parte del entorno de Otazu y luego se traduce a una presentación del vino Bienal de Otazu.
Reserva del 64
Pero no solo las bodegas lucen arte para difundir la cultura del vino. En las ciudades y pueblos irrumpen espacios de ocio y vinotecas que proponen todo tipo de actividades en las que la cultura cobra protagonismo. Reserva del 64, en San Lorenzo de El Escorial (Madrid), es una clara referencia de este tipo de encuentros para los sentidos. Aquí sus fundadores organizan incontables propuestas con el vino como protagonista, pero con una visión muy diferente a la habitual. Por ejemplo, invitan al cliente a ser artista por un día y a crear una pieza única de pintura mientras degusta un delicioso y formidable vino. También propone encuentros y catas con buena música, midfulness y todo tipo de arte. “Queremos difundir la cultura del vino de una forma innovadora y creando experiencias que perduren en la memoria; para nosotros el vino es una manera de vivir y de sentir”, comentan los socios de Reserva del 64.