Estrategia del sector vitivinícola español 2022-2027
Por Alberto Matos
Los desafíos a los que el sector vitivinícola español se enfrenta desde las últimas décadas son desde hace tiempo conocidos de sobra por todos. Es más, viticultores, bodegueros, distribuidores, organizaciones y, en definitiva, el conjunto de actores que lo integran los repiten constantemente como un mantra, confiando quizás en unas soluciones que no acaban de llegar e implementarse.
Sin embargo, al margen de actuaciones concretas y circunscritas a determinadas regiones productoras, nunca antes se habían abordado en su conjunto a través de un plan nacional. Hasta ahora.
El pasado mes de julio, la Organización Interprofesional del Vino de España (OIVE) presentaba públicamente su “Estrategia del sector vitivinícola español 2022-2027”. Un documento que analiza las fortalezas y debilidades de la industria del vino, y que propone una serie de líneas de actuación encaminadas a potenciar sus aspectos más destacados y a reforzar aquellos otros que presentan márgenes de mejora.
De este modo, desde un punto de vista económico, la hoja de ruta del próximo lustro estará centrada en fortalecer el posicionamiento y la imagen del producto en el mundo, incrementar su valor en el ámbito internacional e impulsar el consumo interno. También trabajará para lograr el equilibrio entre la oferta y la demanda, conseguir un reparto equitativo del valor y la rentabilidad a lo largo de la cadena, y mejorar la competitividad del sector.
Por su parte, desde un punto de vista social, cultural y medioambiental, el plan propone una serie de iniciativas encaminadas a valorizar el vino y su consumo responsable como alimento que forma parte de un estilo de vida saludable, así como a liderar la sostenibilidad y fomentar el enoturismo.
Todo ello contando con la ventaja del amparo que proporciona la Organización Común del Mercado del Vino, una especie de constitución que establece una normativa básica abierta a modificaciones y que deja un margen limitado de actuación a los gobiernos.
El vino es un producto que, considerado de momento como un alimento que ha de ser consumido de manera moderada, tiene la ventaja de contar con el amparo de la Organización Común del Mercado del Vino, una especie de constitución que establece una normativa básica abierta a modificaciones que deja un margen limitado de actuación a los gobiernos.
Luces y sombras
Con sus más de 150 variedades de uva de vinificación, el sector vitivinícola español destaca sobre el de otros países que representan una competencia directa por unas características intrínsecas y únicas que convendría aprovechar.
Si bien es verdad que a lo largo de las cuatro últimas décadas ha perdido hasta un 43% de su extensión, también lo es que, según datos de 2020, continúa siendo el mayor viñedo del mundo con sus 944 mil hectáreas. España también presume de cultivar la vid en todas y cada una de sus 17 comunidades autónomas, entre las que Castilla-La Mancha, Castilla y León y Extremadura son las más destacadas en este sentido.
Ese mismo año, el número de bodegas superaba las 4 mil, mientras que el de cooperativas sobrepasaba las 500. Ambos tipos de explotaciones generaron algo más de 427 empleos a tiempo completo. O, lo que es lo mismo, el 2,4% del total de empleos de España. Unas cifras positivas que, por otro lado, ponen de manifiesto la enorme atomización del sector y el tamaño medio reducido de las explotaciones.
Nuestro país también despunta por su producción. La suma de los viñedos de sus 101 denominaciones de origen y de sus 42 indicaciones geográficas protegidas, así como del resto de zonas no acogidas a ninguno de estos dos sellos certificadores proporcionaron una media de 38,3 millones de hectolitros en las campañas 2016-2020. Solo por detrás de Italia (49 millones de hectolitros) y Francia (44 millones de hectolitros) se posiciona como tercer productor mundial.
Estas fortalezas se complementan con la alta consideración internacional que recibe el sector vitivinícola español, que ofrece un producto envasado con todos los elementos necesarios para triunfar y con unos graneles capaces de abastecer al mundo. Sin embargo, esta circunstancia no impide que se produzca una elevada variabilidad del precio de la uva, ni que los viticultores se enfrenten a numerosas dificultades para cubrir los gastos de producción.
Tampoco ayuda el aún escaso nivel de profesionalización y digitalización de la viticultura, ni la inestable conexión que existe entre el viticultor y el consumidor.
Con una comercialización de 26,4 millones de hectolitros en 189 países, nuestro país lideraba en 2020 el volumen de ventas mundiales de vino, mosto y vinagre. Una cantidad que, no obstante, se traducía en un tercer puesto mundial en términos de valor con un total de 2,9 millones de euros, bastante alejado de franceses e italianos, principales exportadores. Un desajuste que, entre otros motivos, obedece a la insuficiente coordinación nacional que se observa en la promoción exterior y a la relativamente escasa profesionalización de las áreas comerciales y de marketing de las bodegas.
En lo que respecta al consumo, el perfil de las personas que suelen adquirir vino en España está definido habitualmente por su pertenencia a estratos socioeconómicos elevados, así como por su tendencia a vincularlo con celebraciones y eventos similares. Sin embargo, su edad acostumbra a ser elevada, principalmente porque los jóvenes se topan con la barrera de entrada que establece la sofisticación que habitualmente se asocia al consumo. Como consecuencia, el vino pierde así cuota de mercado frente a otras categorías competidoras como puede ser la cerveza. Un hecho que se agrava por la falta de agilidad del sector para adaptarse y anticipar las nuevas tendencias de consumo.
Enoturismo y sostenibilidad en alza
Otro de los pilares -no solo económico, sino también social, cultural y medioambiental- sobre el que se sustenta el sector vitivinícola desde hace ya algunos años es el que que proporciona el enoturismo. De acuerdo con el “Informe de visitantes a bodegas y museos del vino de las Rutas del Vino de España”, elaborado por Acevin a través del Observatorio Turístico de las Rutas del Vino de España y publicado antes de la pandemia, el número de visitas totales se elevaba en 2019 un 3,9% hasta alcanzar los 3.076.334 solo entre las bodegas y museos del vino incluidos en las Rutas del Vino de España. Su impacto económico fue de 85,5 millones de euros, cantidad que se eleva hasta los 256,7 millones de euros si se tienen en cuenta sectores como el hotelero, la restauración, el comercio o las actividades en destino. A falta de datos oficiales, esta misma institución afirma que en 2022 se ha experimentado una práctica recuperación del enoturismo aunque, con apenas un 15,14% en 2021, los visitantes internacionales siguen siendo la gran asignatura pendiente. Como también lo es la todavía incipiente profesionalización de la oferta en determinados lugares, que suele coincidir con las zonas menos visitadas.
No menos importante es el papel de nuestro país como líder mundial en viñedo ecológico, del que cultiva actualmente 131,2 mil hectáreas, casi el 14% del total, y que lo sitúa también como líder en sostenibilidad medioambiental. Lamentablemente, la sostenibilidad económica y social no siempre está garantizada, en especial, debido a la limitada rentabilidad y competitividad del sector, a la insuficiente digitalización y a la dificultad para trasladar la innovación a todos los actores del sector pese a ser un referente y estar sustentado por una comunidad científica reconocida, al bajo porcentaje de jóvenes y mujeres implicados, al bajo nivel de formación comercial, a los tediosos procesos burocráticos, a la escasa repercusión de la información sectorial y al impacto negativo de las informaciones publicadas sobre prácticas fraudulentas, entre otros tantos motivos.
Líneas de actuación.
Una vez identificadas y analizadas las diferentes fortalezas y debilidades, la “Estrategia del sector vitivinícola español 2022-2027”, que la OIVE presentaba a finales del pasado mes de julio en consenso con todos los agentes del sector vitivinícola y en colaboración con diversos expertos internacionales, propone una serie de líneas de actuación articuladas en torno a cinco ejes principales que pretenden abordar el próximo lustro de una manera efectiva:
1. Reforzar el posicionamiento y la imagen, incrementar el valor a nivel internacional e impulsar el consumo interno.
2. Lograr el equilibrio entre oferta y demanda, el reparto equitativo del valor y la rentabilidad a lo largo de la cadena y mejorar la competitividad del sector.
3. Liderar en sostenibilidad.
4. Valorizar el vino y su consumo responsable como alimento que forma parte de un estilo de vida saludable.
5. Fomentar el enoturismo.
En definitiva, se trata de “posicionar a España como un referente vitivinícola de valor nacional e internacional en base a sus cualidades únicas y diferenciadoras: calidad, diversidad, historia, tradición, sostenibilidad y modernidad”, resume. Y, para ello, se han desarrollado “12 iniciativas que llevan asociadas 64 acciones concretas. Para cada una de estas acciones, se han establecido objetivos y métricas que permitirán monitorizar su ejecución y cumplimiento, y se ha definido el rol tanto de OIVE como de otros actores implicados (sus organizaciones miembro, otras asociaciones y entidades, y otros actores relevantes para el sector)”.
En este sentido, “ninguna de estas actuaciones se ha concebido para ejecutarse de forma aislada. Todas requerirán una adecuada coordinación e involucración de los diferentes agentes interesados”, continúa. “El papel de la OIVE será fundamental, ya sea en calidad de ejecución directa como interprofesional o mediante la coordinación y colaboración con el resto de actores, según el caso”.
Objetivos principales
“En nuestro análisis hemos identificado una tendencia muy clara: el vino español ha perdido cuota de valor en las exportaciones a los mercados internacionales en los últimos años”, explica KPMG, consultora encargada de realizar el estudio. España, que es el primer exportador mundial de vino en volumen, “solo ha sido capaz de capturar el 4% de los más de 8 mil millones de euros de valor adicional que se ha generado en el mundo desde 2013. Esto se ha traducido en una pérdida de cuota (del 10,1% del valor de las exportaciones mundiales en 2013 al 8,3% en 2021) frente a otras potencias exportadoras (especialmente, Francia e Italia, los grandes ganadores), y al mismo nivel que países con menor producción como Portugal, o menor historia o tradición como Chile, o Nueva Zelanda”.
“Volver a capturar la misma cuota en valor de las exportaciones (10,2%) en el horizonte del Plan, supondría la generación de 1.200 millones de euros adicionales para el Sector”, matiza. Por tanto, “revertir esta tendencia, impulsando una revalorización del vino español en los mercados internacionales, es una de las principales ambiciones del Plan Estratégico. No olvidemos que los precios medios por litro a la exportación de los productos españoles (en casi todas las categorías), son los más bajos de entre los grandes países exportadores, por lo que la oportunidad de revalorización es más que posible”.
Para ello, KPGM estima que “será necesario elaborar y transmitir, en los mercados relevantes, un relato común e inspirador sobre las cualidades únicas y diferenciadoras del vino español: calidad, diversidad, historia, tradición, sostenibilidad y modernidad”.
Asimismo, se intentará “aumentar de manera gradual la vinculación de España con un país productor de vinos de calidad por parte de los consumidores internacionales. Especialmente en aquellos grandes mercados importadores de vinos de valor” como Estados Unidos, China, Canadá o Japón, donde la cuota de vino español es aun relativamente pequeña.
Para conseguirlo, “se han definido acciones orientadas a incrementar la notoriedad y el conocimiento -entre los grupos de interés relevantes y los canales de prescripción y venta más importantes- sobre la diversidad y calidad de los productos vinícolas españoles”. Por ejemplo, “se contemplan actuaciones específicas de comunicación dirigidas a turistas internacionales y apoyadas en los vínculos con la cultura gastronómica española, los destinos enoturísticos y la industria hotelera”.
También se perseguirá fomentar e impulsar “la colaboración con prescriptores y embajadores del vino español y otras organizaciones, que van desde asociaciones españolas agroalimentarias representantes de productos de calidad a, incluso, otras entidades vinícolas internacionales con las que se pueden establecer alianzas estratégicas de promoción cruzada”, aclara.
Por otro lado, “existe una importante oportunidad de crecimiento asociada a la imagen y proyección internacional que tiene la gastronomía española”, asegura. “Para ello, en el Plan se han definido diferentes acciones como, por ejemplo, asegurar que el vino español está presente en la expansión de la red de restaurantes españoles de calidad y autenticidad, con un adecuado conocimiento y variedad de vinos nacionales en alianza con otros sectores”.
Además, se han previsto acciones de comunicación y activación que permitan “mejorar el posicionamiento de los productos españoles en el canal alimentación y tiendas especializadas, y actuaciones ligadas al uso de canales digitales para mejorar el conocimiento y la percepción de los productos vitivinícolas españoles, así como llegar de manera directa al consumidor final, allí donde se encuentre”.
Por último, no debemos olvidar el consumo nuestro mercado interno. “España tiene el menor consumo per cápita de entre los países productores tradicionales (Portugal, Italia y Francia) y todas las acciones encaminadas a reforzar y revalorizar el sector en nuestro país, suponen una gran oportunidad y es un apoyo importante y adicional en la consecución de los objetivos del Plan”, concluye.