Opinión

Sostenibilidad más allá de la ecología

Publicado el 21/06/2022 Categorías : Opinión, REVISTA
Sostenibilidad más allá de la ecología

Por Alberto Matos, director editorial de Vivir el Vino

Aunque el concepto de sostenibilidad comenzó a aplicarse por primera vez al nuevo modelo de crecimiento económico surgido con la revolución industrial del siglo XIX, lo cierto es que hoy parece estar más vinculado con el ámbito del medio ambiente.

En líneas generales, se entiende que algo es sostenible cuando es renovable y reciclable y, además, no contamina. En los últimos tiempos, cada vez existe una mayor conciencia de que la reducción de huella de carbono es igualmente determinante, por lo que las corrientes que apuestan por los productos de proximidad van tomando poco a poco más fuerza. En definitiva, la sostenibilidad suele equipararse actualmente con la ecología. Y algo de eso hay, por no decir que hay mucho.

Pero no solo lo ecológico es sostenible. Si atendemos a la somera definición que la ONU realizaba de ese término en 1987 –y que, desde entonces, no ha actualizado- la sostenibilidad es toda aquella acción que nos permite “satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de las futuras generaciones de satisfacer sus necesidades propias”. Y es aquí donde entran en juego otros factores, además del medio ambiental. Factores como el económico, como ya lo hacía hace casi doscientos años, pero también otros como el social y el cultural. En el mundo del vino, la sostenibilidad medioambiental parece estar clara. Y no solo en la teoría, también en la práctica.

Cada vez es mayor el número de bodegas que se adhieren voluntariamente a códigos de buenas prácticas, avaladas incluso por entidades certificadoras que cuentan con el reconocimiento internacional. Es también un tipo de sostenibilidad más visible, e igualmente vistosa gracias a iniciativas como la reducción del consumo de agua, la minimización del uso de productos fitosanitarios, la instalación de paneles solares y puntos de recarga para vehículos eléctricos o la reutilización de la biomasa derivada del viñedo y la bodega, entre otras muchas. Menos visible –y, también, menos vistosa- es la sostenibilidad del tipo económico, social y cultural que, por otra parte, no puede ser entendida sin la medioambiental. Una situación que, poco a poco, comienza a mostrar sus primeros cambios. Sin ir más lejos, no hace mucho, un grupo de supermercados danés dejaba de comprar fresas de Huelva porque en su producción no se respetaban los derechos de las temporeras. Protestaba así contra la ausencia de sostenibilidad social y económica.

Afortunadamente, salvo en casos puntuales, este asunto está bastante controlado en el vino. Un sector que si no es plenamente sostenible está muy cerca de serlo. Ningún otro ha demostrado contribuir a fijar de manera más eficaz la población en la denominada España vaciada, proporcionando riqueza y trabajo, así como propiciando la creación de industrias paralelas como la del enoturismo que, por su parte, también requiere de una sostenibilidad paisajística. Y es que, para que sean sostenibles, los negocios deben ser rentables y, para conseguirlo, precisan que las ayudas públicas lleguen a su destino y que se respete la Ley de la Cadena Alimentaria de modo que los precios que se paguen al menos cubran los costes efectivos de producción.

El consumidor generalmente percibe el del vino como un sector sostenible, al menos desde un punto de vista medioambiental y, como hemos visto cada vez se fija más en otros aspectos. Otra cosa es que las empresas sepan transmitirlos, que no siempre es el caso.

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