“El vino es también un vertebrador social, se bebe en familia, con amigos”
Por Alberto Matos
Conocido, además de por su música, por no tener pelos en la lengua y decir lo que piensa en casi todo momento, uno podría arriesgarse a recibir una fresca por respuesta si la pregunta no es del agrado, pero no fue este el caso. Por el contrario, la conversación mantenida con Kiko Veneno resultó de lo más interesante. Se percibía tranquilo y cercano, como disfrutando de la nueva etapa que comienza tras el lanzamiento, el 5 de abril, de su nuevo trabajo Sombrero roto.
Para ser justos, si hay algo por lo que Kiko Veneno es conocido es por una larga trayectoria de más de 40 años que revolucionó en su momento el mundo de la música y que hoy sigue dispuesto a hacerlo abrazando nuevos sonidos, en un claro intento de seducir a las nuevas generaciones.
El 5 de abril salía a la venta Sombrero roto, un disco-libro precedido por dos adelantos: La higuera y Vidas paralelas. De estas canciones llama la atención no tanto el mensaje como la banda sonora que has elegido para expresarlo. Con toques electrónicos y cierta psicodelia, ¿cómo ha sido la acogida por parte de tus seguidores de siempre? ¿Qué es lo que más te ha sorprendido de lo que ha dicho la crítica?
He podido comprobar que, entre la gente que me sigue de toda la vida, hay a quien La Higuera le ha sonado un poco raro, muy diferente al Kiko de siempre. Supongo que habrá de todo.
¿Qué perfil tiene actualmente su público? Con este giro, intenta seducir a las nuevas generaciones?
He intentado crear este disco adaptándome a la sonoridad actual, como creo que hay que hacer. Me parece mucho más interesante investigar lo que está sonando actualmente y poder hacer mis maquetas con libertad, utilizar mucho los teclados y las guitarras, crear texturas y tramas de sonido diferentes… En este sentido, ha tenido un papel importante Santiago Bronquio, productor del disco, con el que he estado buscando sonidos potentes.
Al comienzo del nuevo milenio, la industria de la música se rebelaba contra la piratería en internet vaticinado el fin de la creatividad. Dos décadas después, son muchos los artistas –entre los que usted se incluye- que dan a conocer e incluso comercializan online sus trabajos. Ya no se escuchan las voces de protesta. ¿Qué es lo que ha cambiado en todo este tiempo? ¿No sigue existiendo la piratería?
No ha cambiado nada. Es solo que estamos aburridos. Yo recibo un dinero -unos 40 o 50 euros al año- en concepto de derechos por mi música en internet. Veo todo esto dentro de un contexto político en el que la cultura no parece ser relevante, en el que no preocupan las personas, solo el dinero. En realidad, resulta inútil protestar, nadie se inmuta. La SGAE tampoco hace mucho, es una cueva de ladrones. Las plataformas digitales negocian acuerdos cerrados con las compañías discográficas a espaldas de los músicos. Esa es la piratería actual.
Los 80 fueron unos años vibrantes e inspiradores, o al menos así los contemplamos desde la añoranza. ¿Qué le inspira ahora, en la era de la digitalización y la domótica? ¿Seguimos teniendo los mismos problemas de siempre?
Las fuentes de inspiración siguen estando ahí. Si somos creadores, si somos capaces de crear como humanos, haremos la vida menos miserable. La gente de ahora no sé en qué se inspira, pero supongo que tiene mucha desesperanza porque la cultura y el arte importan muy poco en el contexto actual.
Ahora solo hay música de anuncios de champú y concursos, música resurgente pero vacía, muy artificial. Se ha perdido la conexión con los sentimientos de la gente. Aún así, se puede encontrar mucha calidad, pero a nivel individual. La música ahora está dominada por la política y la tecnología.
¿Qué le gusta de la música actual?
A pesar de todo, creo que se está haciendo música muy interesante. Por ejemplo, a nivel nacional me gusta mucho Pony Bravo. A nivel internacional, aparte del último disco de David Bowie, que siempre lo cito porque me parece extraordinario, también me gusta mucho Kendrick Lamar, un rapero de Los Ángeles muy novedoso. Yo escucho todas las emisoras, tratando de descubrir.
¿Y qué le parece Rosalía, catalana como usted e igualmente inspirada por las fuentes del sur?
A mí Rosalía me gusta muchísimo. Su primer disco es muy valiente y emotivo. El último es más tecnológico y pop, pero también muy interesante. La música es muy global y da igual de dónde sea cada uno si lo que hace, lo hace con sentimiento. El arte está para dar una visión más global del mundo. El arte suple las deficiencias de la política. Nadie dice que no le gusta algo porque ser catalán o de León. El arte nos acerca, siempre va a favor de la vida y de la comunicación de las personas.
¿Qué opina de la reciente propuesta de Vox Andalucía por la que pretende que el Parlamento andaluz defienda y promocione el rock regional, haciendo referencia a usted como uno de sus máximos exponentes?
Eso es una pamplina que a mí no me merece la pena contestar. Es ajeno a la realidad.
En varias entrevistas se puede comprobar que, contra toda tendencia actual, su discurso tiene poco de corrección política. ¿Cuál es el precio de decir lo que uno piensa? ¿Se le han quitado alguna vez las ganas de hacerlo a cambio de vivir más tranquilo?
Cuando estoy promocionando mi disco, tengo la libertad de expresión un poco limitada. Yo me expreso a través de mis canciones y prefiero que la gente me catalogue por lo que hago y no por lo que digo.
Entre la infinidad de escenarios sobre los que ha actuado, a nosotros nos interesan especialmente los que tienen que ver con el vino, como las instalaciones del Museo del Vino de Morales de Toro o las salas de crianza de Bodegas Urbina. ¿Qué le transmite esa atmósfera, embriagada por los efluvios, a la hora de interpretar sus canciones?
El vino es una poderosa arma cultural. El vino nos quita los miedos y nos une al resto de las personas. Tocar en una bodega tiene su interés cultural porque el vino está muy relacionado con las artes y, tradicionalmente, a todos los artistas les ha gustado el vino. Menos al pobre Manuel de Falla, que no tenía buena salud.
El vino es también un vertebrador social, se bebe en familia, con amigos… Además, en España sabemos beber muy bien y con moderación.
Además de actuar en bodegas, ¿qué relación le une con el vino? ¿Suele consumirlo habitualmente? ¿En qué contextos?
Me gustan los vinos locales. Por ejemplo, aquí en Andalucía, la manzanilla. Estás en Cádiz y te tomas una manzanilla o un mosto de manzanilla de Sanlúcar y eso es una maravilla. Los vinos de Córdoba también son demasiado. En cuanto a tintos me gustan mucho los de Ribera del Duero, porque creo que representan los vinos de una España nueva, democrática... Fueron muy pioneros. Los vinos de la sierra de Madrid, los de Galicia, del Priorato, del Penedès… Tenemos verdaderos tesoros.
Hace 20 años, en Francia veía que hacían una calidad extraordinaria y ahora mismo veo esa misma calidad aquí también.