@Torres
Por Alberto Matos
La denominada Revolución Industrial, que daba comienzo a mediados del siglo XVIII en el Reino Unido, traía consigo innumerables avances positivos para la humanidad. Sin embargo, este hito histórico llegaba también acompañado de una serie de inesperados efectos negativos que, desafortunadamente, han demostrado ser acumulativos.
En este sentido, la transición desde el modelo agrícola tradicional hacia el actual industrializado ha permitido, entre otras cosas, evitar en muchos casos la pérdida de las cosechas y obtener al mismo tiempo rendimientos mucho mayores con menor esfuerzo. De manera paralela, también ha contribuido de algún modo a la degradación y agotamiento del suelo agrícola, además de a la contaminación de las aguas y al incremento de unas emisiones mundiales de CO2 que han propiciado el calentamiento progresivo del planeta y, en consecuencia, el desencadenamiento del temido cambio climático.
En un intento desesperado por contrarrestar esta situación, cada vez más viticultores recurren a modelos como el ecológico y el biodinámico, que garantizan la sostenibilidad de sus viñedos y bodegas, sin descuidar por ello la calidad y seguridad de sus vinos. Lamentablemente, estas prácticas por sí solas han demostrado no ser suficientes y por eso hay quien ya está dando pasos más allá.
El germen de la viticultura regenerativa
En 2019, tras muchos años con la misma idea rondándole la cabeza, el ingeniero de telecomunicaciones británico Stephen Cronk decidía dar un giro a su carrera y se lanzaba a comprar su propio viñedo en la Provenza francesa. Aquel sería el comienzo de Maison Mirabeu, su exitosa marca de vinos rosados.
La finca, a pesar de estar rodeada de un entorno natural idílico, había sido cultivada a lo largo de sucesivas generaciones y la calidad de sus suelos se había deteriorado hasta tal punto que necesitaba cada vez mayores aportes químicos para obtener unos rendimientos cada vez más reducidos.
Pronto adoptó la viticultura ecológica como único método de trabajo, pero eso no bastó para revitalizar el suelo y las viñas. Tras intercambiar impresiones con diversos líderes en agricultura regenerativa, Cronk resolvía apostar por esta práctica, pero para eso necesitaría el asesoramiento de alguna organización experta en esta materia. No encontró ninguna.
Sin pensarlo dos veces, en 2021 impulsaba la creación de la Regenerative Viticulture Foundation (RVF) junto a otros colegas como el danés Jesper Saxgren quien, experto en permacultura, agricultura agroecológica y gestión de cuentas hidrográficas y ecosistemas, declara que el propósito de esta asociación no es otro que el de “apoyar una vía de transición de los monocultivos basados en la química, que son degenerativos para los suelos y los ecosistemas locales, hacia un viticultura regenerativa en lo relacionado con la gestión de los viñedos y la protección de la biodiversidad”.
Prácticamente de manera paralela, a finales de ese mismo año y con las mismas inquietudes, se establecían en Cataluña los cimientos de la Asociación de Viticultura Regenerativa (AVR), promovida por el grupo Familia Torres, la consultora Agroassessor y las bodegas Can Feixes, Clos Mogador y Jean Leon.
“Decidimos crear la Asociación con un grupo de bodegas para compartir experiencias y conocimientos”, explica Miguel Torres Maczassek, Presidente de la AVR, además de director general de Familia Torres. “El fin es impulsar un cambio de paradigma en la gestión de los viñedos, y la mejor manera de hacerlo es aunando esfuerzos y avanzando todos juntos. Hay muchos libros sobre el manejo holístico de la tierra, como los de Allan Savory o Masanobu Fukuoka, así como sobre agricultura regenerativa en general, pero todavía queda mucho camino por recorrer en el ámbito de la viticultura. De ahí la importancia de esta asociación”.
La AVR, surgida con un enfoque en principio local y ahora más internacional, está integrada hoy por más de ochenta bodegas repartidas por seis países y se articula en torno a una estricta norma que entraba en vigor el pasado 1 de enero. Este texto establece los criterios por los que sus miembros pueden obtener los reconocimientos de “Transición” o “Estándar” dependiendo del grado de implementación de los preceptos de la viticultura regenerativa en sus respectivas explotaciones.
Un mercado cada vez más exigente
Si el sector vitivinícola está cada vez más concienciado con la causa medioambiental y climatológica, también lo están los consumidores de vino, “especialmente los más jóvenes”, que “exigen productos más sostenibles y quieren saber cómo se han elaborado”, aseguran desde Familia Torres.
En este proceso, resulta “clave saber elegir qué marcas están comprometidas con esta visión”, aseguran desde Raventos i Blanc. Una opinión que también comparten en Hermanos Pérez Pascuas, primera bodega inscrita en el registro de la huella de carbono, que además recuerda que “España es líder en superficie de viñedo ecológico, y eso está especialmente valorado a nivel internacional”.
No obstante, “todavía hay mucho camino por recorrer”, concluyen en Familia Torres. “Por eso, desde la asociación llevamos a cabo una labor de divulgación a través de conferencias y seminarios, no solo para educar al consumidor, sino también para conseguir la implicación de más viticultores y productores”.
@Raventós i Blanc
Primer sello certificador
Atendiendo a su objetivo común y a las demandas del mercado, la RVF y la AVR decidían aprovechar sinergias y aliarse con la entidad independiente de certificación Ecocert para poner en marcha, el pasado 1 de abril, la Regenerative Viticulture Alliance (RVA), primera certificación internacional en viticultura regenerativa.
Este nuevo sello establece unos complejos sistemas de monitorización, sometidos a auditorías cada tres años, que se encargan de controlar aspectos como la composición microbiológica del suelo, el ciclo de los nutrientes y la gestión de residuos. Con tal propósito, prohíbe el uso de cualquier tipo de Organismo Modificado Genéticamente (OMG) y exige el mantenimiento del manto vegetal sin sometimiento a labranzas ni volteados, además del uso de compostaje, fertilizantes naturales y fitoterapia que ayuden a la regeneración de los suelos sin afectar a las masas de agua y al entorno natural circundante.
En las ocasiones en los que las correcciones orgánicas mediante pastoreo sean necesarias, los rebaños empleados deben tener garantizados los derechos a disponer de agua y comida, disfrutar de zonas de cobijo y descanso, vivir sin dolor mediante la prevención o el diagnóstico y tratamiento veterinarios rápidos, disponer de espacio suficiente que les permita expresar sus conductas y no padecer temor ni angustia.
Y es que, el papel de los animales resulta en este caso vital para la gestión de las cubiertas vegetales. “Pueden utilizarse diferentes especies, dependiendo del viñedo, como ovejas y gallinas. En otros países hemos visto también vacas y caballos”, comparten desde Familia Torres. Además, especialmente las ovejas, contribuyen a “fertilizar el suelo, mejorar la estructura y favorecer la absorción de carbono atmosférico en el proceso de crecimiento de las plantas después de ser pasturadas”.
“En Mas La Plana disponemos de un rebaño de unas 40 ovejas, que viven en un establo en el propio viñedo y tienen un pastor que cuida de ellas”, detallan. “Hemos vallado algunas zonas de la finca con el fin de poder asegurar un pastoreo más controlado”.
Más allá del viñedo, la norma también establece el control del volumen de vino producido, de manera que la trazabilidad pueda ser garantizada. Asimismo, las uvas empleadas han de tener un origen 100% regenerativo y contar, como mínimo, con un certificado de cumplimiento de las normas orgánicas para la elaboración del vino o, si no es así, cumplir con los principios orgánicos establecidos en la legislación nacional aplicable.
En cualquier caso, para facilitar la transición y minimizar las trabas burocráticas, “se ha procurado desarrollar un protocolo ágil y accesible”, continúan desde Familia Torres. La AVR incluso ha puesto en marcha “una app móvil, vinculada a la certificación, que sirve de guía a los viticultores y les ayuda a monitorizar las prácticas aplicadas”.
El sello Regenerative Viticulture Alliance entrará en vigor con la añada 2023, por lo que el consumidor podrá percibirlo a partir del año que viene.
La participación en el sistema de certificación será voluntaria. Un viticultor puede decidir implementar las prácticas coincidentes con la idea de la regeneración en su finca, sin que por ello tenga que solicitar el certificado. El sistema de trazabilidad, implementado para los viticultores, deberá ser la herramienta que ayude a identificar las fincas que originalmente están trabajando bajo tales principios. Pese a todo, el etiquetado de estos vinos sólo será posible cuando el 100% de la producción de uvas esté certificado bajo los principios de la norma RVA.
La importancia del agua
Pese a las lluvias que este año han marcado el final de la primavera, en un escenario de carencias hídricas como el actual, cabría preguntarse por qué mantener las cubiertas vegetales cuando en muchas zonas productoras justifican su eliminación con el fin de evitar así la competencia por el líquido elemento con las vides.
La realidad es que, “si llegan momentos de escasez de agua, las cubiertas vegetales se secarán mucho antes que las viñas, pues la resistencia de estas últimas frente a las condiciones más extremas es alta”, destacan desde Masaveu, grupo bodeguero que se sumaba a la asociación en 2022. “A largo plazo se crea un equilibrio que mejora la fertilidad de los suelos y su capacidad de retención del agua. Cuanta más masa vegetal, más materia orgánica, más humus, más microorganismos que la descomponen, más nutrientes y más fertilidad”.
@Masaveu
En este sentido, “la viticultura regenerativa se basa en imitar a la naturaleza tanto como sea posible. En un bosque, por ejemplo, el suelo siempre está cubierto de vegetación”, matizan desde Familia Torres. No obstante, también es cierto que “hay saber gestionar bien estas cubiertas vegetales. En años muy secos hay que controlarlas muy de cerca, segándolas, o tumbándolas con un roller, o bien realizar un laboreo mínimo en el lomo de las vides”. Esta manera de proceder “nos permitirá suelos más y con mayor resistencia a las sequías, mejor comportamiento ante la erosión y, sobre todo, con más posibilidades de almacenar carbono en lugar de liberarlo”.
Por si fuera poco, las cubiertas vegetales contribuyen a la “reducción de la erosión y a la compactación de los suelos, proporcionando una mayor tracción y mejor acceso”, añaden desde Hermanos Pérez Pascuas. Y no solo eso, “las raíces crean cavidades por donde entra el aire”, afirman desde Masaveu. “Conseguimos reducir la temperatura del suelo gracias a la creación de un mejor complejo arcillo-húmico, que no solo tiene más capacidad de retener el agua, sino también los nutrientes. Con cubiertas también evitamos la evaporación reducimos la temperatura del suelo”.
Apuesta por las energías renovables
En su lucha contra el cambio climático, la viticultura regenerativa, según la define la nueva norma de certificación RVA, establece que más allá de la protección de los suelos en toda su extensión, las fuentes de energía empleadas en todas las labores del campo y de la bodega deben ser sostenibles en la medida de lo posible.
Una política que hace tiempo comenzaban a aplicar, por ejemplo, en Hermanos Pérez Pascuas, en cuyas instalaciones recurren al empleo de placas fotovoltaicas con las que satisfacen no solo sus propias necesidades energéticas, sino también las de los visitantes que se acercan, que pueden hacer uso gratuito de un punto de carga para coches eléctricos.
Algo similar ocurre en Raventós i Blanc, que dispone de un total de 550 metros cuadrados de paneles solares con los que genera una potencia de 100 kW que suponen un ahorro del 25% del consumo energético anual. Esta tecnología, sin embargo, no cubre toda su demanda, por lo que la bodega adquiere la energía restante a una comercializadora que certifica que el 100% de su suministro procede de fuentes renovables.
Por su parte, Familia Torres tiene previsto seguir apostando por las energías limpias. De este modo, próximamente dispondrá de tractores eléctricos que contribuirán a su firme propósito de reducir las emisiones de CO2. Esta iniciativa se sumará a otras como las que ya ha desarrollado en su bodega de Pacs del Penedès, donde dispone de placas fotovoltaicas para el autoconsumo y de generadores de biomasa que se alimentan de sarmientos, de cepas viejas y de los subproductos generados en el desbroce y poda del entorno. El objetivo en su caso es producir más del 50% de la energía que consume.
Condiciones laborales
Otro aspecto importante recogido en la norma tiene que ver con las condiciones del personal. En este sentido, tanto los viticultores como las bodegas que se unan a la iniciativa deberán ser capaces de demostrar su compromiso con la responsabilidad social, incluidos los derechos laborales, basándose para ello en los convenios principales de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) o de la legislación local aplicable, siempre aplicando la más restrictiva de las dos.
También se debe propiciar el desarrollo y fortalecimiento de las habilidades y recursos para mejorar la posición social y económica de los trabajadores, así como facilitar la unión sindical y la organización democrática de los pequeños agricultores para poder competir a nivel mundial. En ningún caso se admitirá la discriminación de los trabajadores por ningún motivo y todos ellos recibirán un salario justo
La viticultura regenerativa se nota
La introducción de la práctica de la viticultura regenerativa en el viñedo, la bodega y su entorno produce una serie de cambios que no tardan en poderse apreciar. “En Mas La Plana estamos viendo cómo, año tras año, el ecosistema es cada vez más diverso, no solo a nivel de vida microbiana”, argumentan desde Familia Torres. En este sentido, “contamos con más de sesenta especies de pájaros distintos y una amplia variedad de mamíferos, insectos, reptiles e, incluso, con una pareja de águilas desde hace unos pocos meses”.
La viticultura regenerativa “hace que los viñedos sean más resilientes y que puedan adaptarse mejor al cambio climático”, pero este es “un proceso largo”, añaden. “Hemos podido constatar que en añadas de extrema sequía, las plantas presentan un buen desarrollo”, añaden desde Raventós i Blanc.
A veces, esa transición es más difícil de realizar en “la parte humana, y es que no siempre estamos abiertos a modificar nuestras pautas y suele ocurrir que los aprendizajes previos pueden representar una barrera”, continúan desde Familia Torres. No obstante, cuando da comienzo la transformación, “se observa una relación más personal entre el suelo y la persona, pues comenzamos a tomar conciencia de que formamos parte de un todo”.
“Nos hemos empeñado en luchar contra las ‘malas hierbas’ -término que empezó a utilizarse a mediados del siglo XIX- pensando que eran un gran enemigo de la vid”, añaden desde Masaveu. “Es evidente que, si disminuyes el número de individuos en un mismo espacio, la nutrición será más abundante, pero no se trata de eso”, matizan. “Cuando hablamos de dejar de labrar, nos estamos refiriendo a proteger los suelos de los rayos solares, de mantenerlos más frescos y de enriquecerlos gratuitamente captando la energía del sol y del aire gracias a las plantas”. Unas plantas que “nos proveen de suelos fértiles para que nosotros podamos producir uvas, aunque nos cueste aceptar que se trata de un proceso lento y, lo más importante, también cualitativo”.
@Hermanos Pérez Pascuas
¿Cuánto cuesta ser regenerativo?
Una de las dudas que cualquier viticultor puede llegar a plantearse cuando baraja la posibilidad de emprender su particular transición hacia una viticultura regenerativa son los costes que todo este proceso conlleva. En el caso de Familia Torres lo tienen muy claro. A día de hoy, este grupo familiar de bodegas ha implementado la viticultura regenerativa en más de 500 hectáreas de su viñedo en propiedad en Cataluña, y su intención es transformar la totalidad progresivamente. Es decir, entre otras acciones, tiene el objetivo de seguir promoviendo las cubiertas vegetales, bien de origen natural bien sembradas con tal propósito, y continuar controlándolas a través de la siega o mediante pastoreo planificado -en Mas La Plana, por ejemplo, cuenta con su propio rebaño de ovejas-. Seguirá igualmente empleando compost orgánico para incrementar la presencia orgánica de los suelos y también continuará ajustando el sistema de labrado, sin voltear la tierra para evitar la liberación de carbono.
Con ello se consigue “un nuevo equilibrio, y unos suelos y viñedos más sanos y resistentes a las plagas. También se logra frenar la erosión por pérdida de suelo, un problema cada vez más visible”.
Todos estos cambios han supuesto obviamente “una inversión inicial, sobre todo en lo que se refiere a maquinaria, que hemos tenido que adaptar, así como en lo que respecta a los animales. También ha representado una inversión en tiempo, ya que es necesario formar a los equipos. Pero, en términos generales, una vez realizada esta inversión inicial, la viticultura regenerativa no es más costosa que la viticultura ecológica o convencional”, aclaran desde Familia Torres.
Unos costes iniciales que, en el caso de Masaveu, cuantifica en aproximadamente 50.000 euros para su proyecto piloto de La Cruceta, una parcela de 10 hectáreas ubicada en la localidad alavesa de Laguardia, cercana a Elciego, donde se sitúa su bodega Murua. Allí “hemos decidido intervenir manteniendo permanentemente la cubierta vegetal espontánea y sembrando cuando es necesario, plantando también árboles y arbustos para, entre otras cosas, frenar los vientos calientes del sur, reforzando la población de aves auxiliares. En breve, cuando tengamos vallada la finca, tendremos un rebaño de ovejas durante el invierno hasta el inicio del desarrollo vegetativo de la vid para enriquecer los suelos con abono natural”.
Para Hermanos Pérez Pascuas, que también se adhería a la asociación en 2022, la práctica de la viticultura regenerativa, si bien de manera incipiente, se remonta a cuarenta años. Por aquel entonces, “se arrancaban vides por doquier y se sustituían por campos de cereal”, pero la familia Pérez Pascuas se centró “en elaborar un vino de calidad apostando por plantaciones de viñedo en vaso, elevando los niveles de biodiversidad, controlando la producción por hectárea y llevando a cabo una viticultura responsable con el medio ambiente”, detallan. “No empleamos herbicidas, ni productos químicos de síntesis, tan solo lo permitido por la agricultura ecológica. Además, mejoramos la fertilidad natural del suelo con cubiertas vegetales e incrementamos la biodiversidad, con lo que conseguimos un viñedo más equilibrado”.
Y eso tiene un coste económico alto pero es parte de la filosofía de la bodega”, concluyen.
Por su parte, para Raventós i Blanc, más allá de los costes, esta “es nuestra forma de entender la agricultura”. Allí mantienen las cubiertas vegetales, “que nos ayudan a estructurar los suelos, mantener la humedad y aportar materia orgánica”. También presumen de ser “una granja autosuficiente, donde los animales nos ayudan a eliminar hierbas de los viñedos y mantener limpios los márgenes”.
Otras acciones que llevan a cabo “son la tracción animal, que nos permite reducir las emisiones de CO2 y aportar biodiversidad; así como el uso de preparados biodinámicos, que nos ayudan a dar vida y activar diferentes elementos que se encuentran en nuestros suelos. Aplicamos compost, trituramos restos de poda y utilizamos biofertilizantes.”