La conocida como “botella de Speyer” fue hallada en 1867 durante la excavación de una tumba romana, localizada precisamente a las afueras de la localidad alemana de Speyer. Dicha tumba contenía dos sarcófagos, pertenecientes a una mujer y a un hombre, presumiblemente un legionario. Junto a los restos se encontraron diez vasos y seis botellas de vidrio, una de ellas con un líquido en su interior.
Fechada entre los años 325 y 350 d.C., los análisis realizados han conseguido probar que, al menos una parte de ese líquido se corresponde con vino diluido en una mezcla de hierbas que ya había perdido su contenido en etanol. El resto se atribuye a una cantidad de aceite de oliva, añadido en su momento como conservante frente a la oxidación.
De color amarillento, con hombros y asas en forma de delfín, está considerada como la botella de vino sin abrir más antigua del mundo. Hoy se expone en el Museo de Historia del Palatinado, ubicado en la misma ciudad donde se descubrió.