Conocida como Mazuelo en La Rioja, Crujillón en algunas zonas de Aragón, Samsó en Cataluña, Pinot de Évora en Portugal y Carignan (o Carignane) en Francia, su nombre nos hace pensar ya en su origen, que casi con seguridad es la población homónima de Cariñena (Aragón), donde ya se cultivaba viña en la época romana a pesar de que prácticamente ya casi no se cultiva allí en la actualidad, siendo Cataluña y Francia donde actualmente más plantaciones de Cariñena encontramos.
Esta uva es una de las variedades europeas más antiguas con las que contamos. El Diccionario Salvat de Vino señala que “según Alain Huetz de Lemps, se tiene constancia de que esta variedad se cultivaba en Nájera en 1562”.
Es muy “agradecida”, por lo que tradicionalmente se había utilizado buscando altos rendimientos, mucho volumen y no calidad, ofreciendo, en esos parámetros, poco color y graduación y un amargor no positivo, de ahí su inmerecida mala fama. Sin embargo, “atada en corto” para que dé poca producción, plantada en suelos pobres, finos y de poco rendimiento, la variedad ofrece vinos bien pigmentados, de estupenda acidez y ese toque de violetas que la hace tan característica, resultando carnosa y aterciopelada en boca.
Aunque a solas es estupenda, es en los coupages con la Garnacha cuando roza la perfección. Una pareja excepcional que recoge toda la esencia mediterránea y que en el Priorat consigue una representación magistral.