Por Vanesa Viñolo
La Conca de Barberà ha preservado, casi en exclusiva, esta variedad de uva que ha conseguido mantenerse presente a lo largo del tiempo, al margen de modas, en los viñedos de esta DO.
La DO Conca de Barberá, situada al norte de la provincia de Tarragona, siempre ha estado digamos que “solapada” por Cava y Penedès, ya que muchos de sus elaboradores trabajan en ambas denominaciones. Con un gran peso cooperativista (su cooperativa más antigua, la Sociedad Agrícola Barberà, tiene 130 años mientras que la primera bodega surge hace 40), está formada actualmente por 28 bodegas, 546 viticultores y ampara 2656 hectáreas de viñedo. Protegida por las montañas y marcada por los ríos Francolí y su afluyente Anguera, es una zona más fresca que sus vecinas gracias a su altitud y a lo que ellos llaman el ”marinado”, la brisa marina, lo que se traduce en maduraciones más largas y vendimias más tardías, que llegan, en ocasiones, a rozar el mes de noviembre.
La Trepat
Pero hablemos de su uva más especial, casi exclusiva de esta DO, la Trepat, un “patito feo” que, milagrosamente a pesar de no ser la aparentemente más “guapa”, ha conseguido permanecer presente en su viñedo de manera constante, suponiendo, desde antes de la filoxera, en torno al 30% del viñedo total de la DO. Quizá su secreto fuera el ser bastante productiva (grandes racimos, bayas y piel gruesa) y que se regenera bien tras las, hasta hace poco, bastante habituales heladas, con lo que compensaba su natural poco color y alcohol, algo que era muy castigado hasta hace muy muy poco, más en una zona cooperativista como ésta.
Pero como en muchas otras cosas en la vida, tus defectos pueden ser tus mayores virtudes y, ese ciclo largo, esa frescura y ligereza, se han convertido en una gran ventaja. Tradicionalmente utilizada para los rosados, desde hace unos años hay un movimiento y apuesta por elaboraciones en tinto con Trepat.
Con el Master of Wine Álvaro Ribalta como maestro de ceremonias, y contextualizados por algunos de sus creadores, he catado una buena colección de tintos elaborados con Trepat en muy diversas propuestas: inmediatos y con intención de guarda, con crianza en barrica, en ánfora y en fudre... Mis conclusiones, pues bastante obvias, supongo: las viñas mejor en vaso, en altura, en suelo calcáreo y con años de experiencia (o poda en verde si no los tiene) para regular esa productividad y las elaboraciones, mejor con crianzas respetuosas que dejen hablar a uva y zona.
Hay que destacar el estupendo nivel de todos , conformando una visión muy completa de lo que puede dar de sí esta uva tan localizada. Entre ellos, cabe destacar La Font Voltada, de Abadía de Poblet, ya que me ha parecido un gran vino, con futuro, elegancia, una boca estupenda, resultando una elaboración con un salto respecto a sus hermanas. Seguido de Julieta, de Más Foraster, una Trepat muy atractiva y bien construida y del Elexir de Trepat, de Celler Vidbertus, una línea elegante, delicada, con unos florales muy bonitos. Tengo que catar otra botella de Más de La Pansa, creo que no tenía un buen día pero que hay “chicha” y Carles Andreu le tiene pillado el punto, tanto cuando elabora en “moderno” como en “clásico”. Por último, mencionar la nueva añada de Cara Nord, un Trepat inmediato, todo juventud, para beberte a copas sin pestañear, igual que el Trepat de Jordier, con ese plus “modernete” de la crianza en ánfora.
Una experiencia muy recomendable que me ha dejado con ganas de más Trepat y más Conca de Barberà.