
Por Jesús Rivasés
Columnista, tertuliano y escritor
El vino es una afición, una tradición y casi una religión, pero sobre todo es un negocio. Avanzado el siglo XXI, y con China como sexto productor mundial –solo el 1% de su producción sale fuera de sus fronteras- es un producto y una actividad global. El verano comenzó con un pequeño/gran terremoto en el negocio del cava. Freixenet y Codorníu, los dos grandes acorazados españoles del sector, cayeron finalmente en manos de grandes compañías o fondos de inversión internacionales. Henckell se hizo –por 450 millones de euros- con la mayoría del capital de Freixenet y el fondo Carlyle –por 391 millones- con un 55% del de Codorníu. Ambas compañías representan, más o menos, el 50% de un sector con unas ventas –dentro y fuera de España- de unos 1.150 millones de euros.
La capitulación –para algunos- de los grandes del cava ante el capital internacional era inevitable y está lejos de ser una tragedia. Las viñas están en España –la inmensa mayoría en Cataluña- y ahí seguirán. También la actividad y los puestos de trabajo. Incluso todo puede mejorar. El mercado es global y el cava, que se ha quedado a mitad de camino entre el más elitista champagne y más popular –y bien vendido- prosecco italiano, necesitaba un revulsivo y capital, sobre todo capital. Freixenet y Cordorníu, dos empresas históricas, han tenido que apechugar con algunos imponderables. En primer lugar, el crecimiento de un negocio familiar, al mismo tiempo que las respectivas familias aumentaban de tamaño y, claro, se multiplicaban los intereses y las opiniones. Muy pocas empresas familiares alcanzan la tercera generación y ambas pueden presumir de haberlo logrado. Las dos compañías, por otra parte, como la inmensa mayoría de las empresas familiares con capacidad de hacerlo, renunciaron en su día a cotizar en Bolsa. Al principio, ahorra complicaciones, pero a la larga se convierte en un hándicap, aunque solo sea por el hecho de que dificulta la existencia de un precio aceptado por el mercado.
Freixenet y Cordorníu pueden ser empresas medianas/grandes para España, pero minúsculas para el mercado global de un producto tan apreciado como el vino. De hecho, en España hay alrededor de 230 bodegas diferentes que elaboran cava –las que hacen vino son muchas más-, algunas tan pequeñas que su supervivencia es un milagro, con producciones poco menos que marginales. Y todo en un escenario en el que está estancado el aumento de la superficie en la que se pueden plantar viñas, con lo que cualquier crecimiento –que haga viable el negocio- se basa en adquisiciones. Las burbujas españolas pueden estar al borde de un ataque de nervios, pero es el signo de los tiempos, que no son, ni mucho menos, peores que los anteriores. Nadie debería escandalizarse. Algunas de las principales bodegas de Burdeos y de Champagne están controladas por grupos inversores, muchos de ellos internacionales, entre los que destacan –por ejemplo- los chinos, que poseen algunos de los vinos franceses más emblemáticos (ver Vivir el Vino, nº 146). El problema para el cava no es que sus principales propietarios hayan dejado de ser españoles. Su reto es defender su lugar en el mercado español y mundial y hacer frente a sus competidores, el champagne y el prosecco. Así de simple y, quizá, así de complicado. Nada de ataques de nervios, las viñas seguirán donde están y eso es fundamental.
(Entre paréntesis: El sector del vino avanza una novedad. El tiempo dirá si se consolida o no. Una compañía francesa, EBX, ha introducido en España su producto, que son extractos enológicos de roble, es decir concentrados polifenólicos producidos a partir de roble francés o americano. Lo que permiten, añadidos a todo tipo de vinos, es dar un toque de madera que se aprecia perfectamente. Consiste en añadir extractos de taninos para que el vino ofrezca más o menos madera y para algunos productores puede ser una solución. Stephane Redoux empezó con el proyecto en Francia en 2016 y Fernando Bordejé es el director para España. La iniciativa tendrá defensores y detractores, pero hay que saber que el procedimiento existe).
Así se veía en nuestra revista.