
Identidad y riqueza volcánica
Por Vanesa Viñolo
Lo volcánico está de moda. Sea en la forma de turismo entre volcanes o de la pasión por los vinos nacidos del magma, lo cierto es que el interés por todo lo vinculado a las erupciones es cada vez mayor. Sin olvidar la tragedia que encierra -bien cerca nos queda el terror vivido en La Palma-, las Islas Canarias son una muestra heroica de perseverancia frente a los desastres, un ejemplo de adaptación, de resiliencia. Y es que gracias a su singular orografía y a su aislamiento, han conseguido preservar una identidad singular, marcada por variedades olvidadas en los márgenes de la viticultura moderna. Un paraíso salvado de la filoxera que ha evolucionado por libre.
Con once denominaciones de origen vinícolas (y la duodécima en camino), es una de las zonas españolas con más denominaciones dedicadas al vino, junto a Vinos de Pago y las propias de Castilla-La Mancha. Aunque algunas son muy recientes, su historia de amor con el vino viene de lejos, ya que se remonta a la llegada de los primeros colonos europeos que acercaron, con su desembarco en el siglo XV, la vid y su cultivo al archipiélago canario.
Su historia
La conquista de las Islas Canarias no fue cosa de un día. Su complicadísima orografía y su lejanía hicieron que pasara un siglo desde que se conquistan las islas occidentales (Lanzarote y Fuerteventura) hasta que se conquista Tenerife. Así que, aunque la viña llega a tierras tinerfeñas en 1497 de la mano del portugués Fernando de Castro, y a la isla de El Hierro en 1526, plantada por el inglés John Hill, podemos suponer que en Lanzarote y Fuerteventura, conquistadas casi un siglo antes por Juan de Bethencourt, el origen del cultivo fuera anterior.
El siglo XVI es la edad de oro del vino canario. Las viñas sustituyen a la caña de azúcar y los vinos dulces de Malvasía, conocidos simplemente como vinos de Canarias, se convierten en un mito, ayudados por la facilidad de exportarlos desde las islas al resto del mundo conocido, gracias a que estas están estratégicamente trianguladas con Europa, América y África. Así, durante cerca de 300 años, la principal fuente de ingresos de Canarias fueron sus vinos.
En el XVII comienza la decadencia. La fecha clave es 1663, cuando Inglaterra establece el Staple Act, mediante el que acaba con el suministro de vinos canarios a las colonias inglesas, sustituyéndolos, en gran medida, por los vinos portugueses de Oporto y Madeira. Los conflictos con Inglaterra se suceden durante todo el siglo, a lo que se suma en el XVIII la erupción del volcán de Garachico, que sepulta el que era el principal puerto comercial de Tenerife. El mercado vinícola canario no hace más que empeorar en el XIX con las plagas de oídio y mildio que asolan las islas en la segunda mitad del siglo aunque, sin embargo, las islas se libran de la filoxera. El siglo XX ve amanecer así un panorama vinícola canario centrado en el consumo local, pero que sin embargo florece, a partir de los años 80, en forma de múltiples denominaciones de origen de vino en todas las islas. La primera de ellas fue la DO Tacoronte-Acentejo, en 1985, a la que siguieron, paulatinamente, las demás denominaciones de origen hasta sumar las 11 actuales, estando pendiente de aprobación la duodécima, DO Vinos de Tenerife.
Los retos del futuro
Canarias no está al margen de los dos grandes problemas de nuestra vitivinicultura: la falta de relevo generacional y los efectos del cambio climático. El aumento de la edad media de los viticultores en todo el archipiélago y la falta de sabia nueva que regenere el sector hacen que la superficie cultivada de viña no deje de descender. En solo una década, Canarias ha perdido algo más de 2.400 hectáreas, una caída mucho mayor si solo se tienen en cuenta las explotaciones declaradas por los viticultores a los Consejos Reguladores de las DO de las islas, que desde el inicio del siglo y hasta 2019 han registrado una merma de 6.900 hectáreas cultivadas. Así se recoge en el Diagnóstico de la Viticultura en Canarias, -elaborado por la Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca del Gobierno regional-, que señala que además, a la ya de por sí complicada tecnificación de los viñedos debido a la orografía de las islas, se suma ese envejecimiento de los viticultores, que dificulta introducir cambios en las técnicas de cultivo, reduciendo la productividad y haciendo que muchas explotaciones sean hoy muy poco o nada rentables. A ello se añaden los temidos efectos del cambio climático, en forma de ausencia de precipitaciones o variaciones del ritmo natural de las estaciones, y también en forma de erupciones volcánicas como la que asoló La Palma entre septiembre y diciembre de 2021.
Y sin embargo, hoy más que en ningún otro momento, merece la pena luchar por los vinos canarios. Nunca como ahora en su historia se había vivido un momento tan ilusionante, con vinos tan interesantes, reforzados por su carácter artesanal, auténtico y único. Lo tienen todo para ser el siguiente gran boom winelover: viñas prefiloxéricas, variedades de uva endémicas, elaboraciones diferentes y ese carácter “volcánico” que, al margen de traducirse de una manera más o menos directa en los vinos (el tema daría para un buen reportaje) resulta siempre atractivo. Desde estas páginas abanderamos pues, esa lucha por mantener uno de nuestros mayores tesoros, los vinos canarios, vinos que saben hablar el lenguaje de sus paisajes y que enamoran por su autenticidad.
El viñedo y los vinos de...
Tenerife
Engloba cinco denominaciones de origen, y otra en trámite, contando con unas 7.100 ha de viñedo, el cultivo más importante tras el plátano. Los vinos están determinados por un complejo entramado de factores: la altitud (que varía desde el litoral, pasando por la medianía, hasta los 1.500 metros sobre el nivel del mar); los diversos microclimas que se forman (con la influencia de los vientos alisios, las diferencias térmicas, las corrientes oceánicas y la proximidad al continente africano); y la riqueza de sus suelos, que varían desde las arcillas en Tacoronte hasta las cenizas volcánicas en Ycoden, por ejemplo.
DO Tacoronte-Acentejo. Situada en el noroeste de la isla, cuenta con la mayor concentración de viñedo, ya que ocupa el 40% de la isla y el 20% de todas las Canarias. Un total de 2.422 hectáreas de viñedo, 31 bodegas y 1.127 socios que cultivaron y recogieron 1.168.618 kilogramos de uva el pasado 2021. Un viñedo mayoritariamente volcánico, cultivado en bancales de pronunciadas pendientes de cara al mar.
DO Valle de la Orotava. Situada en el centro de la isla, rodeando el Parque Nacional del Teide, esta Denominación de Origen cuenta con un terreno fértil, de color rojizo, perfecto para el viñedo. Un valle que, en realidad, es una fosa tectónica con un clima muy benigno, una primavera constante.
DO Ycoden-Daute-Isora. Situada en el Norte de la isla, con la influencia de los vientos alisios que llegan desde el Atlántico, encontramos esta Denominación de Origen, que cuenta entre sus poblaciones con la emblemática Icod de los Vinos y su drago milenario. Se extiende por unas 1.600 ha de viñedo, la mayoría de ellas formadas por pequeñas parcelas de suelos volcánicos, cultivadas en terrazas para evitar la erosión y que no permiten la mecanización.
DO Valle de Güimar. Las viñas se extienden desde la costa hasta los 1.500 metros, constituyendo una de las zonas de viñedo más altas de España.
DO Abona. Situada en la vertiente meridional de la isla, su viñedo se extiende entre los 400 y los 1.700 metros de altitud y sus terrenos cuentan con un elevado componente volcánico, en forma de arenas blancas.
Por último, con el fin de facilitar su identificación y comercialización, se ha creado la DO Vinos de Tenerife, aún en trámites de aprobación, a la que podrán acogerse los vinos cultivados y elaborados en la isla que cumplan los requisitos de su pliego de condiciones.
Gran Canaria
La isla cuenta con una única DO, Gran Canaria. Con un patrimonio vinícola único, es la única denominación de origen isleña de toda España que se ha acogido a las Rutas del Vino. Con ello confirma, por un lado, su apuesta firme por un turismo más allá del sol y la playa, y por otro, el interés en mantener viva la elaboración de sus tradicionales vinos. Y es que, en el Barranco de Taguy, situado en el fondo de la Caldera de Tejeda, encontramos la que quizá sea la manera más antigua de elaborar vino en las islas, herencia directa de cómo lo hicieran los primeros colonos quinientos años atrás. Los viñedos asentados sobre suelos volcánicos, con el famoso picón que preserva la humedad de la noche (la tarozada) y las viñas en rastras, son su seña de identidad.
El Hierro
Aunque fue la primera isla en recibir colonos, fue de las últimas en plantar viña, un siglo después de la colonización, en 1526. Fue a manos de un inglés, John Hill y en su honor encontramos el monte “Juanil”. El vino fue un floreciente negocio fundamental para la economía de la isla, transportándose principalmente a Tenerife desde la Casa de Aduanas, actualmente reconvertida en el hotel más pequeño del mundo. El oídio en 1852 casi acaba con la vitivinicultura herreña, que sobrevivió de manera artesanal y casera. Con la puesta en marcha en 1986 de Central Vinícola Insular y la creación en 1994 de la DO El Hierro, se retoma el lado más profesional del vino en la isla, contando en la actualidad con 13 bodegas adscritas y más de 200 viticultores. El Hierro es un compendio de escombros volcánicos, surgidos de la sucesión de erupciones que ha ido sufriendo a lo largo de los tiempos, y que han creado un mosaico de arenas negras, lapilli, piedras, terrarosa, basalto, etc., que, en combinación con sus diferentes microclimas y uvas locales, dan como fruto unos vinos muy diferentes.
Lanzarote
La isla de Lanzarote es la más septentrional del archipiélago canario y, junto con Fuerteventura, es la más oriental, siendo ambas bastante llanas (en comparación con el resto de hermanas canarias). Son característicos de la isla sus cráteres volcánicos de escasa altura, que aparecen agrupados entre sí. Su clima es desértico, con grandes diferencias térmicas entre el día y la noche y escasas precipitaciones. Al no haber barreras orográficas importantes, el viento es un rasgo dominante en la isla, lo que ha hecho que hayan surgido prácticas agrícolas exclusivas de esta isla, los conocidos ”corralitos”. Con una única denominación de origen, DO Lanzarote, el viticultor “conejero” tras librar batalla contra la lava volcánica en busca de tierra vegetal, también ha de hacerlo con la sequía y el viento. Aprovechando los alisios, que condensan la humedad del océano sobre la porosa ceniza volcánica, y confeccionando hoyos en forma de embudo con, en ocasiones, más de dos metros de profundidad, plantan entre 1 y 3 viñas por hoyo y las defienden con muros de piedra semicirculares.
La Gomera
La Gomera es una “construcción” volcánica formada por sucesivas erupciones que, junto con la erosión del viento y del mar, han ido dibujando un relieve de acantilados y barrancos, salpicados por los bancales de sus viñas. Sus cultivos en terraza y laderas y, sobre todo, la variedad blanca Forastera Gomera, caracterizan su viticultura, que se aglutina principalmente en las medianías altas. La isla cuenta una única DO, La Gomera, siendo actualmente el viñedo su cultivo principal. Las viñas definen así su bello paisaje y ayudan, al tiempo, a evitar la erosión, funcionando de barrera contra incendios, etc.
La Palma
Tristemente protagonista de la prensa el pasado año, cuando su volcán Cumbre Vieja estuvo en erupción durante 85 días, devastando la que es la isla más occidental del archipiélago, la “Isla Bonita” aún continúa intentando recuperarse de una catástrofe que sepultó bajo la lava más de 300 ha de cultivo. Tiene una única denominación de origen, la insular DO La Palma, con 17 bodegas acogidas y 25 años de historia. Sus cultivos siguen la tradición de los bancales, adaptados a sus empinadas pendientes, con las espectaculares paredes de piedra seca “conteniendo” las viñas, entre las que destacan las de sus centenarias Malvasías. Elaboran un vino único en el mundo, criado en pino canario, el vino de Tea.
Fuerteventura
Junto con Lanzarote, cuentan con la fama de haber sido las primeras islas vinícolas canarias, ya que Juan de Bethencourt comenzó la plantación de viñas en ellas a principios del siglo XV. Sin embargo, seguramente por una mezcla de diversos factores (las guerras europeas y los problemas con el agua, principalmente), la vitivinicultura no arraigó fuertemente en la isla y casi se perdió. Por suerte, desde 2017 cuentan con una excelente bodega que ha apostado por las elaboraciones con el sello, más fácilmente exportable, de DO Islas Canarias (Canary Wine). Esta DO, creada en 2012, nace con la misión de apoyar la comercialización internacional de los vinos canarios. Actualmente 26 bodegas familiares de Tenerife, Gran Canaria, La Gomera, Fuerteventura, La Palma, Lanzarote y El Hierro han optado por este marchamo de calidad en algunos de sus vinos.
Las Variedades de uva locales
Como en casi todo en esta vida, aquello que para unas cosas es un handicap, para otras es un punto fuerte. Así, el aislamiento de las Islas Canarias y su complicadísima orografía es precisamente lo que ha permitido que, como una reserva vegetal, haya conservado las uvas locales plantadas en sus inicios, libres de filoxera y modas pasajeras. El listado es abundantísimo, pero señalaremos algunas de las que, por su interés enológico e importancia en las islas, queremos destacar.
Listán Blanco. Es la variedad blanca más cultivada en todas las islas. Muy resistente a enfermedades y muy productiva, al madurar queda algo corta de acidez, por ello se suele vendimiar tempranamente, con poco grado alcohólico, para preservar esa acidez .No suele encontrarse como monovarietal.
Listán Negro. Es la variedad tinta más cultivadas en Canarias, resaltando en elaboraciones de vinos jóvenes. Tiene una afinidad natural con los suelos y microclimas de Tenerife, donde produce fuertes rendimientos de uva madura en sus suelos volcánicos.
Gual. Esta variedad de uva blanca llegó a Canarias desde Madeira, donde es más conocida como Bual. De maduración temprana, suele cultivarse a no mucha altura en El Hierro, Tenerife y La Palma.
Malvasía Aromática. No hay que confundirla con la Malvasía Volcánica, que es un cruce con la Marmajuelo. La Aromática es una variedad mediterránea, conocida también como Malvasía Riojana, Subirat o Malvasía Canaria, que fue introducida por primera vez en Canarias en el siglo XV y que alcanza su máxima intensidad cuando se elabora como vino dulce a partir de uvas de vendimia tardía. Es una variedad blanca delicada, muy proclive a las enfermedades, de característico color rojizo al madurar.
Albillo Criollo. Variedad de uva blanca especialmente apreciada en La Palma, donde se considera la especialidad de la isla, aunque cada vez más, los productores de todo el archipiélago apuestan por su potencial e identidad. Se encuentra en el famoso vino de Tea (tipo de pino canario) en La Palma.
Vijariego. Históricamente ligada a los viñedos de El Hierro, es la misma que la Sumoll en Cataluña, y debido a su carácter adaptable se puede encontrar en todas las Islas Canarias.
Negramoll. Es una de las más importante a nivel histórico de Canarias y la segunda variedad tinta más plantada. Aunque se cultiva en todas las Islas Canarias, destaca en La Palma, donde a veces se la conoce como Mulata. También sobresale en Tenerife y La Gomera. Con cosechas de tamaño irregular, Negramoll crece mejor en altitudes bajas.
Verdelló. Cultivada también en el norte de Portugal y en toda la Macaronesia (Azores, Madeira, Canarias y Cabo Verde), es una variedad de ciclo corto, rendimientos bajos y producción de racimos pequeños. Aromáticamente es exótica y atractiva, muy equilibrada gracias a una refrescante acidez.
Castellana Negra. Originaria de Portugal, donde se la conoce como Tinto Çao, en Canarias también se la conoce como Tintilla Castellana. Cultivada tradicionalmente en Tegueste, Tenerife, es una variedad tinta vigorosa y de largo ciclo vegetativo. Se encuentra más típicamente en mezclas tintas junto con Listán Negro.
Baboso Negro. Variedad de uva tinta que llegó a las Islas Canarias a través del Alentejo, Portugal, donde se la conoce como Alfrocheiro. Es una uva de bajos rendimientos y un mayor riesgo de pudrición en los viñedos. Se cultiva predominantemente en El Hierro y Tenerife.
Marmajuelo. Cultivado sobre todo en Tenerife, El Hierro y La Gomera, se está plantando en muchos viñedos nuevos debido a su gran potencial. Los vinos elaborados con esta variedad destacan por ser fragantes y persistentes, con una acidez notablemente alta.
Verijadiego Negro. Es una “variedad fósil” de El Hierro, redescubierta hace unos años y que cuenta con un elevado potencial alcohólico y acidez elevada. Una uva algo rústica pero que domada puede dar muchas sorpresas. Suele acompañar en vinos jóvenes a la Listán Negro.
Verijadiego Blanco. Es la uva más típica y cultivada en El Golfo Pérsico, destacando por su equilibrio acidez-azúcar. Aunque es muy utilizada en coupages con la Listán Blanco, no hay que desdeñar su capacidad para bailar a solas.
Otras uvas de profunda identidad canaria son la Bastardo Negro, la Forastera de la Gomera, la Sabro o la Tintilla.
Cultivadas en hoyas en Lanzarote, en parrales en Ycod y el sur de Tenerife o en rastras en el Valle de la Orotava y Tacoronte Acentejo, su viticultura es extremadamente compleja, con multitud de clones de variedades autóctonas que responden a diferentes sinonimias y un potencial enológico aún por descubrir. Si a ello le sumamos el boom del “turismo volcánico”, en auge desde hace algunos años, y resaltamos que esa capa de lapilli, de “picón” volcánico, cubre en su gran mayoría el suelo de las islas, como pasa en vinos del prestigio de los de Santorini, Campania o Basilicata, podemos augurar un futuro más que prometedor a nuestros vinos canarios, hijos del volcán.